miércoles, 3 de diciembre de 2025

Volver a la “Tierra”: la fiesta de la oliva y el ADN de la colaboración

En el corazón de la geografía valenciana y murciana, en municipios como Cieza y en comarcas interiores como la que engloba a Mogente, el olivo no es solo un cultivo: es un testamento vivo. A pesar del evidente abandono del campo en muchos parajes, que han visto desaparecer otros cultivos, el olivar tradicional se yergue con sus troncos retorcidos, adaptado al clima y la sequía, resistiendo en el paisaje agrícola.

La recolección de la oliva, que inunda la agenda de noviembre y diciembre, es, por ello, un fenómeno sociológico singular. Mientras otras labores han sido completamente absorbidas por la industria, la campaña olivarera se mantiene como un poderoso motor de conexión humana, atrayendo a familias y amigos de vuelta a la tierra.


El rito de volver: la herencia en la mochila vital

La imagen de grupos de personas trabajando en los bancales, especialmente durante los fines de semana y festivos, responde a una mezcla de necesidad económica y, sobre todo, a una profunda tradición social. Es una forma de refuerzo de vínculos, un reencuentro que trasciende la simple tarea.

El valor de esta ayuda mutua no es nuevo. Es la herencia directa de la economía moral rural de subsistencia que regía la vida de nuestros antepasados. Es la demostración práctica de que el candil de las raíces sigue alumbrando los valores esenciales de hoy:

“Recuerdo en Mogente, en la Casa del Macho, que para la cosecha de olivas en pleno invierno, mi abuelo Eliseo, mis tías y mis tíos subían para ayudarnos, especialmente los fines de semana. No hacía falta pedirlo; era un gesto natural, una manifestación práctica de ese cariño que nos unía”.

Esa certeza, la de saber que la familia se unirá por el esfuerzo compartido, es lo que hace que este rito se mantenga inalterable, cimentando el orgullo por nuestras raíces. Estos valores, como el esfuerzo y la colaboración, se convierten en el legado inmaterial que compone nuestra Mochila Vital.

El aval de la neurociencia y la psicología social

Desde una perspectiva científica, esta colaboración masiva que forjó la solidaridad como un mecanismo de supervivencia heredado tiene una explicación clara. La conexión social no es solo un ideal, es un imperativo biológico. El apoyo de la tribu combate el estrés crónico y promueve la liberación de oxitocina, la llamada hormona del vínculo social.

La cohesión del grupo, como la que se ve en la recolección, genera un espacio de autenticidad donde la satisfacción reside en el esfuerzo conjunto, reforzando en cada miembro el sentimiento de pertenencia. El bienestar colectivo que emana del trabajo codo con codo es la recompensa más valiosa, más allá del fruto recogido.


 La recolección actual: eficiencia y convivencia

En la actualidad, la campaña de la oliva ha sabido integrar la modernización sin destruir su esencia social. La clave es el equilibrio entre la eficiencia y la preservación de la calidad del aceite y la convivencia.

  • Herramientas para aligerar la carga: hoy, el trabajo pesado se facilita con herramientas modernas, como los vibradores mecánicos o los peines eléctricos o neumáticos. Esto reduce el tiempo que pasamos en el campo, pero no elimina la necesidad de la cuadrilla humana para extender las mallas, mover la aceituna o rematar el vareo.

  • El sistema de la almazara: la aceituna llega a la almazara en remolques (el relevo de las burras de antaño). Allí, la centrifugación ha sustituido al viejo prensado con capachos de esparto, garantizando una higiene máxima y una pureza excepcional. La imagen al caer la tarde, con las largas colas de coches y remolques cargados a la entrada, es el gran ágape comunitario donde se comentan los rendimientos.

La fiesta de la oliva y el legado de fortaleza

El verdadero colofón a estas jornadas de esfuerzo físico, que se nutre de la tradición de la ayuda mutua, es la celebración que viene después. En mi caso, y en el de muchas familias y amigos en la actualidad, hemos bautizado este final como “la fiesta de la oliva”.

Se trata de un gran evento de hermandad: una gran comida festiva donde toda la familia y amigos se juntan, no solo para relajarse, sino para celebrar juntos el fruto del trabajo. Esta fiesta es el ancla emocional que sella el pacto de ayuda. Es la versión festiva y comunitaria de aquel almuerzo compartido en el campo, elevando la recolección de una mera tarea agrícola a un rito de pertenencia ineludible.

El olivo es un árbol longevo y fuerte, y esa misma resistencia se refleja en la cultura que lo rodea. La recolección de la oliva es una lección de vida que sigue recordándonos que, aunque la tecnología avance, el sentido de pertenencia y la unidad familiar siguen siendo los pilares inamovibles. El orgullo por nuestras raíces, que nos une a la tierra de Cieza y nos conecta con el esfuerzo del Mogente de mi niñez, se fortalece con cada año.

La recolección de las olivas no es solo sacar un fruto; es un acto consciente de mantener vivo el lazo con la tierra y con nuestra gente, culminado con un merecido festín. Si te ha conmovido esta reflexión sobre la herencia y las raíces del Mogente del siglo pasado, encontrarás muchas más referencias a la vida en el campo en mi relato "Del candil a la bombilla: Huellas biológicas y ambientales en la forja de una identidad".

Seguro que el próximo 10 de diciembre en el museo de Siyasa, en la presentación de mi otro relato “Vivir con ataxia: el alma cincelada”, recordaremos juntos el profundo significado de la recolección de la oliva. Porque no importa cuán lenta o ardua sea la tarea; lo crucial es la valentía de perseverar en el esfuerzo, encontrando el propósito en el trabajo compartido.

 



 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente reflexión, me conmueve como lo relatas nos haces sentir uno más de la cuadrilla. Gracias
L N