sábado, 8 de noviembre de 2025

IA, la tiranía del algoritmo perfecto: por qué nuestra alma cincelada debe ser una «Obra Non Finito»

I. LA TIRANÍA DEL ALGORITMO PERFECTO: EL COSTO DE LA PERFECCIÓN SIN ESFUERZO

Vivimos en la cúspide de una revolución tecnológica donde la Inteligencia Artificial (IA) se posiciona como el arquetipo de la perfección sin esfuerzo. La IA genera textos impecables, imágenes sin fallos y soluciones optimizadas, personificando el ideal de un producto terminado, pulido y sin fisuras. En contraste, los seres humanos nos debatimos en una era de presión social y digital que exige de nosotros esa misma perfección algorítmica.

La IA ha expuesto la gran paradoja de nuestra sociedad: anhelamos la eficiencia y la perfección de la máquina, pero el precio de esa obsesión es la negación de nuestra propia esencia humana, que es intrínsecamente errática, lenta y Non Finito.

Posicionamiento contundente: La mayor amenaza de la IA no es que nos quite el trabajo, sino que nos haga olvidar el valor de la lucha, del proceso, y de la imperfección. Solo cuando abrazamos la vulnerabilidad de nuestro proceso Non Finito —el esfuerzo y la cicatriz— podemos encontrar el verdadero propósito y la resiliencia que jamás podrá ser codificada por un algoritmo.

II. ATAXIA Y LA IA: LA IMPERFECCIÓN HUMANA FRENTE A LA PERFECCIÓN DIGITAL

El cincel contra el código binario

El concepto de Non Finito, la obra deliberadamente inacabada de Miguel Ángel, se ha convertido en mi filosofía de vida. Es la aceptación de que la fuerza reside en la tensión entre la forma liberada y la piedra que aún la aprisiona.

El diagnóstico de la ataxia cerebelosa SCA364 fue el cincel involuntario y definitivo que golpeó mi vida, obligándome a abandonar la ilusión de mi yo "terminado" como profesor de Psicología. Y es en ese proceso de reconstrucción donde encuentro el contraste más potente con la Inteligencia Artificial.

La IA escribe con fluidez, sin errores de sintaxis, sin titubeos. Yo, como paciente de ataxia, convivo con el microsíntoma de la caligrafía inestable (tanto manual como, especialmente, digital). Cada vez que intento teclear, la ataxia interfiere, obligándome a borrar, a corregir, a ralentizarme.

Este es mi puente metáfora:

  • La IA: representa la perfección digital fría, la meta inalcanzable de la eficiencia. Un código limpio y finalizado.

  • Mi Alma Cincelada: representa la imperfección humana cálida, el proceso lento y lleno de fallos. Un cincel ruidoso que deja virutas por el camino.

El valor de mi mensaje no reside en que esté libre de errores (algo que la IA puede garantizar), sino en el coraje que se necesita para escribirlo, golpe a golpe, a pesar del temblor. La vida no se mide por el producto final, sino por la voluntad inquebrantable de seguir cincelando.

III. EL CINCEL CONTRA EL CÓDIGO BINARIO: MI PUENTE METÁFORA

La psicología y la neurociencia validan nuestra necesidad de abrazar el Non Finito como antídoto a la tiranía del algoritmo perfecto.

III.1. La resiliencia no se calcula, se gana (psicología y neurociencia)

La IA es un algoritmo con un código que, aunque se actualiza, es fijo en su diseño. El ser humano, en cambio, es un sistema biológico diseñado para el error y la adaptación:

  1. El falso sentido del "Progreso" de la IA: la IA nos ofrece la solución inmediata a la adversidad. Nos tienta a saltarnos el proceso de lucha. Pero la Psicología Positiva es clara: la resiliencia, el crecimiento post-traumático (CPT) y el propósito vital son resultados directos del esfuerzo consciente por superar una barrera. La resiliencia se gana, no se descarga. Un alma cincelada necesita el golpe para forjarse; un algoritmo solo necesita un prompt y un cálculo. La IA no conoce la satisfacción del proceso; solo la eficiencia del resultado.

  2. Neuroplasticidad vs. código fijo: mi Neuroplasticidad, la capacidad biológica de mi cerebro de encontrar caminos alternativos para compensar las funciones que la ataxia daña, es mi Non Finito biológico. El cerebro se reconstruye, borra, y reescribe. El cerebro humano no es perfecto; es maleable. Si el algoritmo de la IA fuera la perfección, se estancaría; si el cerebro humano fuera perfecto, no habría posibilidad de crecimiento. La ataxia me obligó a ser plástico para sobrevivir, demostrando que la imperfección es el motor biológico de la vida.

III.2. El Andamio es incodificable (Teoría Vivida)

Mi vida con ataxia es la prueba de que el valor más preciado en la adversidad no es la información (que la IA nos da), sino la conexión humana y el sostén emocional (algo que la IA no puede replicar).

  • El andamio (La Tribu): en mi proceso de escultura, necesito a mi andamio: mi familia, mis amigos, mis lectores. Ellos son el soporte humano que me permite seguir trabajando con el cincel sin colapsar. La IA puede generar miles de mensajes de apoyo empático, pero el abrazo de mi Andamio tiene el peso de la experiencia y la vida compartida, y eso es incodificable.

  • La tensión vital: el Non Finito es, a fin de cuentas, la defensa de la condición humana frente a la máquina. El valor de mi relato no está en su pulcritud, sino en la vulnerabilidad que expongo. Es la prueba de que, incluso con un diagnóstico progresivo y limitaciones evidentes, hay una voluntad inquebrantable de seguir creando.

IV. LLAMADA A LA REFLEXIÓN: ABRAZA TU IMPERFECCIÓN

La IA nos ofrece un espejo frío y tentador de la perfección. Nos dice que el error es ineficiencia y que el proceso es una pérdida de tiempo. Pero si aceptamos ese espejo, nos convertiremos en meros consumidores de una realidad pulida, perdiendo la esencia de nuestra propia narrativa.

Te invito a mirar tu vida hoy y a rechazar la tiranía del algoritmo perfecto. No te castigues por la lentitud, el error o el tropiezo. Tu valor no reside en ser una estatua acabada, sino en la nobleza y el coraje de seguir siendo una obra en proceso.

Hoy, permítete ser ineficiente, permítete dudar y, sobre todo, permítete sentir. Coge el cincel de tu propia vida y defiende tu Non Finito. Es en la imperfección donde se esconde tu singularidad, tu propósito y tu más auténtica y humana resiliencia.


NOTA: Referencia al Relato Completo

Si esta reflexión sobre cómo la adversidad actúa como un cincel para forjar un nuevo yo, capaz de resistir la presión de la perfección digital, ha resonado en tu alma, te invito a explorar la experiencia completa.

"Vivir con ataxia: el alma cincelada" es más que un testimonio; es un manual de propósito y resiliencia, fundamentado en la Psicología y la Neurociencia, que ofrece un mapa de esperanza para cualquiera que se enfrente a los golpes inesperados de la vida.


miércoles, 5 de noviembre de 2025

¿Olvidamos el verdadero valor del esfuerzo? : cuando un litro de aceite valía un jornal

I. La inflación: cuando el mercado nos roba la memoria y la dignidad

La inflación no es un mero índice económico. Es, en esencia, un problema de memoria y dignidad. Cuando el precio de la vida se dispara, no solo encoge nuestra cartera, sino también nuestra perspectiva. La conversación de hoy se centra en los porcentajes y las hipotecas, pero nos distrae de la pregunta fundamental: ¿Hemos olvidado el valor real de una hora de esfuerzo? Hemos normalizado una cultura de beneficio instantáneo y crédito fácil que diluye el orgullo inmaterial de un jornal ganado con el sudor de la frente, un orgullo que nuestros padres y abuelos defendieron con uñas y dientes.

Mi postura es inequívoca: para entender la dignidad laboral de hoy, debemos iluminar la heroicidad de la subsistencia de ayer. El valor real de un trabajo nunca puede ser estrangulado por el precio volátil de la materia prima.

II. La medida de la subsistencia: un litro de aceite por medio jornal

Para buscar la verdad de esta crisis de valor, hay que retroceder hasta la época en que la luz no venía de una Bombilla garantizada, sino de un Candil alimentado por el esfuerzo diario. Mi relato, Del candil a la bombilla, es un viaje a Mogente, a la España de posguerra, donde el valor de un jornal era un asunto de supervivencia, de honor.

El microsíntoma de aquella época era la proporción salvaje entre el salario y el coste esencial. Mi padre, luchando por sacar a la familia adelante, podía ganar entre 25 y 50 pesetas al día por un esfuerzo extenuante. ¿Y el precio de un bien básico? Un solo litro de aceite podía costar 15 o 20 pesetas. ¡La mitad de su jornal por un litro!

Esta anécdota no es solo historia económica; es la fundación de la Mochila Vital. Mi padre, y la generación de mi padre, comprendieron en sus carnes que la lucha por esas pocas pesetas era una lucha por la dignidad innegociable. La precariedad no les robó el orgullo; al contrario, forjó en ellos una resiliencia basada en la resistencia ante lo que consideraban una injusticia o una humillación. Hoy, como profesor jubilado y paciente de Ataxia, entiendo que la verdadera resiliencia no es la cantidad de peso que la Mochila Vital contiene, sino la sabiduría para discernir entre el lastre y los valores inmateriales que mi padre me legó. Un legado que me permite ver el valor en lo que no se mide en pesetas, ni en euros, ni en kilómetros recorridos.


III. El gran secreto: por qué el carácter es la única moneda que no se devalúa

Desde la Psicología Científica, esta perspectiva histórica se enmarca en la Psicología de la Dignidad y la Autoeficacia. La injusticia económica, más que un problema de ingresos, es una herida en la identidad que dispara el estrés crónico y devalúa la autoeficacia, robándole al individuo el locus de control interno sobre el resultado de su esfuerzo. La sensación de ser compensado justamente activa nuestros circuitos de recompensa neurobiológica; de lo contrario, la frustración se cronifica.

  • Experiencia como paciente/profesor: mi padre, luchando contra la adversidad física y económica, demostró cómo la tenacidad y la defensa de principios se convierten en pilares de la identidad. La Teoría Vivida me enseña que la resiliencia no se construye en la abundancia, sino en la defensa de principios cuando el sistema intenta doblegarte. La verdadera herencia que nos deja el tiempo del candil no es el miedo a la pobreza, sino la certeza de que el valor inmaterial del carácter es la única moneda que la inflación no puede devaluar.


IV. La llamada urgente: ¿Qué principios defienden hoy las manos del candil?

Hoy, envueltos en la ansiedad de la inmediatez y el consumo, es urgente que volvamos a encender el Candil de la memoria.

Mire su propia Mochila Vital y pregúntese: ¿Qué principios está dispuesto a defender con el mismo ahínco con que mi padre defendía el valor de su jornal? La batalla contra el coste de la vida no se gana solo pidiendo un aumento; se gana revalorizando lo que somos. Se gana recordando que la dignidad de nuestro esfuerzo y la honestidad de nuestro camino son los únicos cimientos que nos sostienen cuando el mundo exterior se tambalea.

Que la “Bombilla" nos ilumine para ver el camino, pero que el recuerdo del “Candil" nos recuerde la fuerza que reside en la sencillez de un trabajo bien hecho.

Nota:

Si esta reflexión ha resonado en usted, puede profundizar en las raíces de este pensamiento en el relato completo Del candil a la bombilla: Huellas biológicas y ambientales en la forja de una identidad.

La obsesión por la inmediatez: nuestra prisión invisible y el legado apícola como vía de escape

 I. El peso invisible de la inmediatez

Como profesor de Psicología ya jubilado, y como paciente afectado por ataxia, he pasado décadas estudiando el hardware de la mente humana, no solo en las aulas, sino en el laboratorio de mi propia vida. Si hay un diagnóstico cultural que define nuestro tiempo no es la prisa, sino la ansiedad por el retorno inmediato. Hemos sustituido el ciclo de las estaciones por el scroll constante: queremos que el esfuerzo de un día nos dé el fruto de un año.

 

Antes, la planificación solía ser a medio y largo plazo. Sin embargo, ahora nos limitamos a planificar a corto plazo, buscando la gratificación y recompensa inmediata tanto a nivel personal como social. Esta mentalidad genera una profunda insatisfacción, a la que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado, convirtiéndonos así en una sociedad marcada por la insatisfacción crónica. Esta presión por el rendimiento continuo, alimentada por la cultura de la bombilla (luz instantánea, resultados al momento), está dejando un grave lastre en nuestra Mochila Vital.

La inmediatez es, a nivel neuronal, una adicción dopaminérgica. El cerebro se acostumbra a la recompensa rápida y pierde la capacidad de sostener la atención en proyectos que exigen la paciencia del artesano.

 

¿Cómo recuperar el ritmo lento, aquel que nos conecta con nuestra herencia biológica y con el trabajo bien hecho? La respuesta, la encuentro al bucear en las raíces de mi relato, "Del candil a la bombilla", concretamente en las lecciones que aprendí de mi padre, Conrado, y de mi abuelo, José Ramón, forjadores de mi identidad en Mogente, y su relación con un oficio que simboliza la paciencia: la apicultura.

 

II. La colmena como modelo de neurociencia práctica

 

Mis raíces familiares no solo están ancladas a la tierra, sino al zumbido metódico de las colmenas. Para la familia, la apicultura era mucho más que un oficio: era un pilar que, en la posguerra y la escasez, garantizaba una reserva, una base para el futuro.

El proceso de multiplicación de la primera colmena que vi de niño es, en sí mismo, una poderosa lección de neurociencia aplicada. Multiplicar una colmena es un acto de absoluta paciencia. No puedes forzar a la abeja reina a que emerja antes de tiempo. No puedes obligar a la nueva colonia a producir miel en la primera semana. Debes garantizar unas condiciones ambientales estables, proveer el material, hacer el trasvase con precisión, y luego, esperar.

  

En nuestro contexto, la Bombilla nos promete que, si trabajamos duro hoy, tendremos el éxito mañana. La colmena, en cambio, nos enseña que el verdadero progreso es el resultado de ciclos completos. Esta es la diferencia entre el esfuerzo puntual y la disciplina cíclica 

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La paciencia no es un rasgo de carácter romántico, sino una función ejecutiva esencial para el bienestar mental. Nos permite navegar por la valle de la desilusión sin rendirnos, sabiendo que el retorno es lento, pero sólido.

 

III. El peso específico de la paciencia en la mochila vital

 

Cuando hablo de la Mochila Vital, me refiero al conjunto de herramientas, legados y aprendizajes que cargamos. Hoy, esta mochila está pesada por el lastre de lo urgente. Estamos entrenados para resolver micro-problemas y buscar micro-recompensas, pero desarmados ante el gran proyecto vital que exige visión a largo plazo.

 

El apicultor es el antónimo del hombre de la prisa. Su trabajo no es rápido ni ruidoso; exige observación, respeto por el tiempo biológico y un conocimiento profundo del entorno. Mi abuelo José Ramón y mi padre Conrado dedicaban horas a observar en silencio, a detectar la enfermedad, el riesgo o el potencial en el zumbido de las abejas. Aprendí de ellos que la eficacia real es silenciosa. Esta calma no es una casualidad; es el Candil que ilumina la senda de la madurez.

 

El progreso auténtico (en la carrera, en una relación, en la superación de una adversidad) se construye con la misma lógica que la colmena:

  • Estar a gusto (el nido): Asegúrate de tener un espacio mental y emocional donde te sientas seguro y tranquilo.
  • Ir con los ciclos (las estaciones): Entiende que hay momentos para trabajar y guardar, y otros para disfrutar de los resultados; no siempre se puede estar cosechando.
  • Tener un colchón (la miel): Crea una reserva de energía y ánimo (resiliencia) para cuando las cosas se pongan difíciles.

El lastre de la inmediatez nos impide crear esa reserva. Al gastar toda nuestra energía en perseguir la próxima recompensa de cinco minutos, vaciamos la mochila y nos quedamos sin recursos para las grandes batallas.

 

IV. Dejar de ser la abeja obrera, empezar a ser el apicultor

 

La cultura de la inmediatez nos convierte en abejas obreras exhaustas, productivas hasta el colapso. La sabiduría del Candil, la lección de mis raíces, nos invita a dar un paso atrás y a adoptar la perspectiva del Apicultor:

 

  • El apicultor observa: No reacciona a cada zumbido. En la vida, esto significa tomar distancia del ruido de las redes sociales y las noticias, y centrarse en el sonido de nuestro propósito interno.
  •  El apicultor gestiona la multiplicación: Sabe que no puede tener mil colmenas de golpe. Esto se traduce en la gestión de nuestra energía y atención. El foco no es sobre la cantidad de tareas realizadas, sino sobre la calidad de las tareas que realmente alimentan la colmena de nuestro futuro.
  • El apicultor respeta la herencia: La técnica apícola se transmitió de generación en generación, y era un tesoro. Hoy, nuestro tesoro es el conocimiento (la ciencia, la psicología) que nos permite entender nuestra biología.

 

Aplicar esta Teoría Vivida a nuestra realidad es un acto de rebeldía, pero también de supervivencia. Es la forma de aligerar el peso de la Mochila Vital que llevamos. Solo si recuperamos la dignidad del trabajo lento, el que respeta los tiempos biológicos, podremos convertirnos en creadores de legado en lugar de consumidores de momentos fugaces. La paciencia no es la ausencia de acción; es la acción con el ritmo correcto.

 

V. Llamada a la calma del candil

 

La luz de la bombilla es potente, pero dispersa. El brillo del candil es humilde, pero enfocado. Nos enseña que para ver con claridad lo que importa, a veces es necesario apagar el exceso de luz y permitir que el tiempo, como la miel, haga su trabajo lentamente en la oscuridad.

 

Te invito a que hoy revises tu propia Mochila Vital y te preguntes: ¿qué lastre de impaciencia estoy cargando? ¿Qué proyecto importante estoy abandonando porque no me da una recompensa inmediata?

 

Nota:

Este artículo es una reflexión que conecta la sabiduría ancestral con la ciencia de la mente y la experiencia personal. El relato completo sobre mis raíces, la figura de mis abuelos y padres, y las lecciones que me forjaron, se encuentran en mi ensayo autobiográfico: "Del candil a la bombilla: Huellas biológicas y ambientales en la forja de una identidad".