lunes, 11 de julio de 2016

La vida sigue aunque miremos para otra parte

Bartolomé Maros en el Jurado de Premios Poesía
Miles y miles de personas de todas las edades siguen viviendo en los campamentos de refugiados en condiciones infrahumanas, se siguen perdiendo vidas en el mar, siguen llegando refugiados a las costas europeas. Todo sigue como hace un mes, como hace dos meses…; pero ahora ha dejado de ser noticia, han dejado de ocupar las primeras páginas de los periódicos y las cabeceras de los informativos; se han dejado de ver imágenes desgarradoras. Hay realidades que no se pueden negar y ocultar aunque parezca que han dejado de existir. Pero todo sigue igual; la vida sigue aunque miremos para otra parte. Pero quizás lo más importante es que la vida sigue al menos mientras lo podamos seguir contando... Nuestra personal vida sigue mientras lo podamos seguir contando como la sigue narrando Bartolomé Marcos en su artículo de esta semana después de reencontrarse con la vida. ¡La vida sigue aunque miremos para otro lado!

El Viaje (final) a Ninguna Parte de  Bartolome Marcos: “My personal trainer”

Cuarta y –por el momento- última entrega de la crónica de la que, sin lugar a ninguna duda, ha sido mi enfermedad más grave hasta la fecha en 65 años de vida, que ya van siendo años y, por suerte, no han sido tantas las enfermedades. Ya vale, me dicen en casa los míos, animándome a ponerle fin al relato literario, con una finalidad catártica, de una experiencia terrible y “religiosa” que espero no se repita jamás, o, al menos, en un plazo de tiempo razonable de, digamos por ejemplo, 30 años, que, bien mirado y vista la velocidad de transcurso y consunción que lleva el giro planetario copernicano, tampoco es tanto pedir. Si 20 años no es nada, tal cual reza el tango gardeliano, 30 tampoco es mucho más. Quizá sí sea mucho pedirle ese tiempo de vida  al sistema público de pensiones, a cuyo fondo de reserva le quedan 3 telediarios, o, mejor dicho, tres pagas extra, al ritmo que llevan las “mordidas” del gobierno al referido fondo para poder pagar puntualmente como hasta ahora en Julio y en Diciembre a quienes esperan ansiosos y expectantes desde primerísimas horas de la mañana del día 25 de cada mes en las puertas de las antiguas y ruinosas cajas de ahorros reconvertidas en ruinosos bancos nacionalizados por el más que ruinoso FROB. Quizá los jubilados, lejos de pedir tiempo, podemos acabar pidiendo la eutanasia.


Y es que se está muy bien vivo y en la vida, y no queremos despedirnos, esa es la verdad. Yo lo sé por experiencia aunque no me he dado mucha cuenta porque lo veo todo envuelto, ahora que está pasando casi completamente, como en una nebulosa onírica, de horrible pesadilla. Mejor despedirse siempre mañana. Es una de las conclusiones que saco de la experiencia sufrida. Otra es que, afortunadamente, no estamos solos si tenemos familia y amigos, si vivimos “dejando huella”…y eso es bueno, siempre y cuando sea así, dejando huella y no pegando pisotones.


En esta vuelta a la normalidad de mi último mes y medio, en este inesperado y contra pronóstico regreso al futuro (porque me ha devuelto su expectativa, ya saben, al menos esos 30 años) ha tenido un papel fundamental un joven profesional ciezano que se llama Francis Piñera, que, sin menoscabo de otros excelentes profesionales de la Fisioterapia, de ambos sexos, que también trabajan en Cieza, me está trasmutando de guiñapo en persona, de piltrafa en cuerpo serrano, de alfeñique en atletón (las ganas…¿eh?...las ganas, sobre todo mías). 


Sé que me está haciendo un gran favor, y no puedo ni debo terminar esta serie de artículos sin dedicarle a él unas líneas. Sí, Francis está siendo “my personal trainer”, mi entrenador personal, o también, según se mire, mi torturador personal a domicilio, porque hay muchos días que me deja literalmente agujeteado enteretico y poco menos que para el arrastre. Durante una hora diaria, Francis Piñera me plantea una propuesta bastante completita, o al menos eso creo yo a la vista de mi evolución positiva y mis progresos, de ejercicios de calentamiento, robustecimiento, relajación y estiramientos, mientras mantenemos una (al menos para mí) amenísima conversación sobre todo lo humano y todo lo divino, practicando el clásico axioma de “mens sana in corpore sano”. Fíjense que estoy más que convencido de que a mí me ha  salvado del abismo y de la nada la palabra, el verbo, como a Charlton Heston en la película “El planeta de los simios” lo salva del exterminio indiscriminado la articulación de una frase- ¡¡Quita tus sucias zarpas de encima, mono asqueroso!!, capacidad que deja estupefactos a los simios que han evolucionado a especie dominante y que sabían que lo auténticamente diferencial de un estatus biológico superior era la capacidad de hablar, porque – no se cansen, no hay definición mejor- el ser humano es un animal que habla. Y eso, hablar y hacerlo con cierta coherencia, es lo que me ha salvado la vida…con la ayuda, como ustedes ya saben, de muchas personas, la mayor parte de las cuales se dieron cuenta de eso, de que yo, aún,  hablaba


Hoy, para cerrar el ciclo de estas 4 entregas, es el turno de my personal trainer, Francis Piñera, antiguo alumno del IES “Diego Tortosa”, mi casa durante la mayor parte de mis años en activo, casado con quien fuera alumna mía (él no llegó a serlo nunca) de “Imagen y Sonido”, la simpática y pizpireta Carmen López Giménez, vinculada también profesionalmente, como el propio Francis, con el mundo de la sanidad. Además, Carmen nació el mismo día que mi hija mayor, el 18 de Julio de 1978, el primer año en el que el 18 de Julio dejó de ser fiesta nacional (ya saben, por aquello del glorioso alzamiento). Yo sólo conocí a Francis (Piñera), porque otro Francis, Francisco José Santos, profesor de Música, me lo mandaba a mi aula de Audiovisuales con información de los Voleadores para emitirla por Tele Red. Me pareció siempre un joven de exquisita buena educación, talante abierto, cordial y hasta jovial, aparte de ser una de las figuras del equipo de los Voleadores en una etapa llena de éxitos. Hoy es un extraordinario profesional de todo lo fisio, capaz de detectar finamente la reaparición de un músculo dormido o el nivel de tensión y relajación de tus isquios, tus tibiales o tus gemelos. 


Te estoy agradecido, Francis. Creo que has trabajado bien conmigo. Y el caso es que lo tuyo se parece mucho a una de las aborrecidas tablas de gimnasia de los colegios en los que estuve interno durante mi adolescencia, que formaban parte de una asignatura que siempre acababa estropeando el nivel de mis calificaciones escolares, pero lo cierto y verdad es que mi modesta musculatura vuelve a dar señales de vida y que mi culo -¡ah, la importancia del culo!- me sostiene. Sólo con eso, se me abren otras perspectivas de vida mejor, aunque algunos me han venido diciendo en los últimos tiempos que la vida es una actitud mental, que la vida no es lo que es, sino lo que uno se imagina que es…o sea, que la vida que uno vive y en la que viven los otros, no es sino un constructo de la propia imaginación, así que yo…voy a intentar imaginármela de otra manera. Y en esa manera tienen sitio personalidades como la de Francis Piñera, my personal trainer. En una de nuestras múltiples y sudadas conversaciones, le di a conocer a un médico ilustre, el traumatólogo Sócrates Forcén Argüelles y sus nada desdeñables contribuciones a la mejor praxis médica, aquel médico original, sabio y prudente, que hace justamente 33 años, ante un gigantesco cenicero repleto de colillas propias -¿y qué quiere usted que le diga yo del tabaco?- privó a mi mujer de una excusa para hacerme dejar el vicio. “No señora, no…el tabaco es malo, pero su marido no se marea porque fume mucho”. Me estaba dando vía libre a otro cuarto de siglo como gran fumador. 


Francis (Piñera) es también político,  concejal del grupo municipal popular en el Ayuntamiento de Cieza, pero, fíjense ustedes si es discreto y cabal que todo este tiempo (más de un mes) me lo podría haber pasado sin enterarme. Con eso está todo dicho. Francis, chapeau…saluda a Carmen de mi parte…porque es que yo, prácticamente, no salgo.

viernes, 1 de julio de 2016

Todo es incierto en la vida (3): Aunque no todo

Bartolomé Marcos con dos amigos
Todo es incierto en la vida, aunque quiero pensar que hay cosas con un alto grado de certeza que le dan sentido a la vida como la cercanía incondicional de la familia, el afecto auténtico de los amigos, los buenos y malos momentos vividos… Momentos, rostros, palabras y nombres que las circunstancias hacen que se graben en nuestra conciencia de forma imborrable con un significado y fuerza que nunca podíamos haber pensado. A pesar de las circunstancias podremos seguir siendo narradores privilegiados de nuestra historia como se desprende del siguiente artículo de Bartolomé Marcos después de reencontrarse con la vida. ¡Todo es incierto en la vida: Aunque no todo!


El Viaje (final) a Ninguna Parte de Bartolomé Marcos: Amigos en la Puerta de Urgencias

Cuando me sobrevino el traicionero e inesperado desparrame cerebral que ya va siendo historia, y que me ha dado para unas cuantas historias que irles contando a ustedes, historias que (no se preocupen…) ya estoy próximo a finiquitar para irles hablando de otros asuntos menos íntimos y personales como por ejemplo el Brexit que le ha salido rana al Cameron de la Isla o los resultados electorales del 26 J que les han salido rana a (Ni) Unidos Podemos,  percibí con claridad que algo extraordinariamente grave me estaba sucediendo, aunque nunca tuve la sensación de que fuera incidente de tanta trascendencia como para despedirme de la vida, alienarme y enajenarme radicalmente de este mundo aún tan dulce y confortable a pesar de los pesares, y largarme sin contemplaciones al más sórdido extrarradio de la nada, donde (como diría mi amigo, el vitalista otorrino- es su especialidad médica- Paco Argudo) no hay cerveza, ni jamón serrano ni otras delicatesen de las que hacen agradable la vida y que fundamentan consistentemente il dolce fare niente de un jubilado europeo reciente que aspira legítimamente a seguir cobrando su pensión unos cuantos años más. Políticos mediante.


Estaba solo, en la habitación de mi hija pequeña Patricia, viendo una película en el ordenador, una película extraña sobre invasión de extraterrestres, aunque, con la perspectiva de lo que iba a ocurrirme después, cualquier cosa me habría parecido esotérica, rarísima, como correspondiente a otra dimensión. Estaba entrando en el territorio de mis pesadillas más agobiantes e insidiosas, a pesar de que el mundo se me ha ido aclarando gradualmente en las últimas semanas.
  

De repente, un extraño y avasallador calor de abajo a arriba, o quizá de arriba a abajo, un intensísimo dolor y rigidez de nuca (como jamás había sentido antes) y una oleada de rubor caliente, como aquella vergüenza incómoda, inoportuna e indisimulable de los peores años de la adolescencia, que se propagaba irrefrenable por toda la cabeza. A través de la piel, la sangre sin pudor asomada se me veía en la cara, particularmente en la zona vestibular-ventricular izquierda, en lóbulos parietales y frontales y en torno a las cuencas de los ojos. Yo no lo percibí, pero me cuentan mis hijos que en la parte izquierda de la cabeza llegó a ser perceptible cierto abultamiento, provocado, según todos los indicios, por la acumulación de sangre. Algo que no me había pasado nunca me estaba empezando a pasar. Ni dolor en el pecho, ni en los brazos…Podía pensar,  hablar y articular. Estaba consciente, pero sabía que algo grave me estaba sucediendo. Después llegaría, sin pedir permiso para presentarse, y para agravar el cuadro, el vómito, repentino, abundante, atropellador… aparatoso. Mi hija llamó a mi esposa, que estaba  con sus hermanas en la casa familiar de la Gran Vía, alimentando la buena relación que han sabido construir tras la marcha de la mamai. Después, en seguida, acordaron llamar al 112 ante los alarmantes síntomas que yo presentaba. Acabarían bajándome sentado en una silla de ruedas…en medio de la expectación generalizada entre los clientes del Bar KJuan, que suelen ser muchos y que está justo debajo de mi casa. Era la hora de los combinados, aunque allí siempre hay mucha gente tomando cubos de 6 quintos de cerveza, 6, a 5 euros más tapa, 5. Tan malico y tan desvalido iba que ni vergüenza sentí al pasar de aquella desairada guisa entre la gente. Iba yo para pararme a mirar quién me miraba. La ambulancia me trasladó hasta el hospital de la Vega Lorenzo Guirao, donde encontré a mis dos primeros y a la postre fundamentales,  por primeros y por providenciales, “ángeles de la guarda”…Pilar Lucas Aroca y su hermano, Daniel Lucas Aroca, médicos ambos e hijos de un ilustre de la sanidad ciezana, Pascual Lucas García, galeno clarividente e intuitivo. No sé si ellos fueron quienes tenían facultades y competencias para tomar la decisión, pero lo cierto y verdad es que para mí y para toda mi familia, ver sus cabecicas familiares y amigas detrás del mostrador de la puerta de urgencias, interesadas en organizar diligentemente mi traslado al Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, constituyó un soplo de esperanza en aquel páramo de la desolación y el dolor en que se había convertido para mí la tarde del viernes, 6 de Mayo. Ellos, junto con mi propia familia, también mi antigua alumna María Francisca Sánchez Pérez – hermana de mi yerno, sanitaria y defensora siempre –incluso cuando se discutió- de mi permanencia en aquel gran hospital,  y el aliento de esperanza de la cobertura logístico-informativa proporcionada por la médica ciezana Piedad Martínez, amiga de mi hija mayor María Mercedes,  capaz de anticiparnos reveladores y esperanzadores datos de las diferentes pruebas a las que el equipo del doctor Juan Piqueras consideró oportuno someterme: escáneres, resonancias, radiografías abdominales y de contraste, descarte de la trepanación del cráneo a lo Frankenstein o poco menos,  que estuvo muy cerca, contribuyeron a obrar lo que muchos dicen que fue un milagro (y no seré yo quien lo discuta…no sea que quien lo obrara pudiera volverse atrás).

Después vino la larga noche de los dos días de UCI y posteriores veintidós días de postración en cama tras la insoslayable infección de orina intrahospitalaria. El prolongado encamamiento me birló en un plis plas la masa muscular conseguida con hazañas como la subida al vértice geodésico del collado Portazgo, apenas tres o cuatro días antes y mis doce kilómetros diarios de senderismo a través de cuestas, caminos, senderos y pistas forestales  de la Atalaya durante muchos meses. Claro que quizá eso mismo me salvó también la vida. Eso y los tres o cuatro mansos y abundantes llantos que me eché en el regazo de mi hija María Mercedes, o el estratégico y patético paseo arrastraculo y con andador que me eché al cuerpo el último día ante el médico para arrancarle el parte de baja como fuera. Eso y el delicioso pastel que nos trajo a casa, elaborado por ella misma, María Encarna Zamorano, actual mujer de Fernando Galindo, aprovechando la visita que nos hizo para interesarse por mi estado de salud. 


Así que, queridos paisanos que me seguís leyendo…yo solo he salido, pero el mérito ha sido de muchos, empezando por mis amigos de la Puerta de Urgencias del Hospital de la Vega Lorenzo Guirao. De manera que no os vayáis, que aún me queda gente que citar. Reboso agradecimiento que también se quiere derramar.