El pasado miércoles de ceniza Pepita Valera, Juan Ortiz y Juan José Ortiz (padres e hijo) recibieron en nombre de la asociación “Tocaos del Ala-Ángel Soler” el “Cirio Solidario 2016” concedido por la Junta de Hermandades Pasionarias de Cieza (JHP). Una distinción con la que la JHP reconoce “la labor de esta asociación que, desde su creación en 1985, cuenta con el respeto y cariño de todo el pueblo de Cieza y que actualmente continúa con su labor de conseguir la plena integración social y laboral de las personas con discapacidad física desde la solidaridad e igualdad”.
Juan José (“Juanjo”, para la familia y los amigos) era un niño alegre que hacía amigos con facilidad; tanto en la casa y en la calle como en el colegio, siempre estaba con amigos; le encantaba ver y jugar al futbol. En el colegio iba muy bien; a los seis años sabía leer perfectamente y las cuentas no eran problema para él. Vivía en un tercer piso con sus padres (Pepita y Juan) y sus hermanos (Pedro Fernando y Carmen María).
El 23 febrero de 1977, hace 39 años, con seis años recién cumplidos, era un día más en la vida de Juanjo y en la de su familia. Era Miércoles de Ceniza. Comieron una estupenda paella; en la tele ponían la serie “Los hombres de Harrelson”; esa tarde su padre tenía pensado ir con Juanjo y Pedro Antonio a ver dos partidos de futbol, uno en Cieza y otro en Hellín; un amigo subió a buscarlo para ir a jugar; Juanjo salió corriendo con su amigo. Poco después se oyó un golpe muy fuerte en la escalera. Nadie se podía imaginar lo peor: Juanjo se había caído por el hueco de la escalera desde el tercer piso. Traumatismo craneoencefálico severo, huesos de todo el cuerpo machacados… ingresa en el hospital sin ninguna esperanza de vida. ¡Segundos que lo cambian todo! Instantes que llenan de dolor a toda una familia, momentos que difícilmente se pueden imaginar.
A los tres meses, ante la sorpresa de los médicos, despertó del coma profundo diciendo algo que su madre interpretó como mamiii. Luego vinieron las operaciones para regular la movilidad de cada una de las partes de su cuerpo con ingresos y estancias en el hospital. Años y años de operaciones continuas; operaciones y más operaciones y las interminables sesiones de rehabilitación. Tuvo que volver a aprenderlo todo desde cero. Cualquier cambio o progreso por pequeño que fuera llenaba de gozo a la familia y eran un aliciente para seguir. Los pronósticos médicos eran siempre negativos y desalentadores.
El colegio “Virgen del Buen Suceso” le abre las puertas para empezar desde párvulos; eran tiempos en los que no existían los colegios de integración ni ningún tipo de apoyo o comprensión social hacia la integración de las personas con discapacidad. Fue la complicidad del director del colegio, de los profesores, de los niños y de la familia los que hicieron realidad lo imposible; año a año, Juanjo cursó hasta los últimos niveles en el colegio teniendo amigos con los que ha compartido buenos momentos incluidos viajes de estudios a Andalucía, Galicia y Costa Brava; de todos volvía encantado.
Eran también tiempos en los que socialmente las personas con discapacidad apenas tenían vida y presencia social; vivían recluidos en sus casas; unas casas que no eran accesibles ni tampoco reunían las mínimas condiciones para personas con discapacidad. Era raro verlos por la calle participando en actividades. Nada de esto es aplicable a Juanjo. Con su familia ha ido al fútbol, a cumpleaños, a charlas, al teatro, a viajes… Se ha vestido y participado en carnavales… Con sus limitaciones, Juanjo ha sido feliz, ha disfrutado de la familia y de la vida.
Tras el colegio en 1986 se incorpora a la asociación “Tocaos del Ala-Ángel Soler” donde sigue en la actualidad. Con la Asociación se abre una nueva ventana a la vida; para la madre más que una ventana, una gran puerta a la vida. La verdad es que la vida de Juanjo y su familia no se podría entender sin la asociación “Tocaos del Ala-Ángel Soler”; pero también es igual de cierto que la asociación no sería lo que actualmente es sin Juanjo y su familia. En 1985 sus padres fueron promotores de la Asociación junto a Ángel Soler, José Piñera, Ana Sánchez y Rafaela Marín, entre otros. En la asociación ha pasado y pasa momentos muy buenos; participa en talleres de manualidades, en cursos de risoterapia y pintura, en colonias de verano, en viajes, etc. En la actualidad participa en todas las actividades de la vida asociativa y de una forma especial en el “Centro de Día Tocaos del Ala” donde recibe atención psicosocial, terapia ocupacional, rehabilitación, etc. Actualmente Juanjo es una persona alegre con la que da gusto encontrarse.
Nada de lo que Juanjo es hoy se entendería sin la fuerza vital, la capacidad de sobreponerse a las adversidades más duras y las creencias religiosas de los padres; una increíble tenacidad vital que han sabido impregnar a toda la familia. No fue nada fácil asumir la nueva realidad. La madre, Pepita, nos cuenta los cuatro secretos que han permitido a la familia llegar hasta donde han llegado. El primer secreto fue poner en práctica el reparto de tareas entre todos los miembros de la familia, hacer real la corresponsabilidad familiar; según cuenta Pepita empezamos con el reparto de tareas entre todos los miembros de la familia; todos teníamos nuestra responsabilidad y todos teníamos nuestro espacio personal para seguir viviendo. Esto ha permitido a Pepita seguir con su grupo de amigas (“grupo de oración”) con el que desde 1966 hasta la fecha se ve todos los jueves. Juan siguió ejerciendo como maestro y como entrenador de futbol. Y los hermanos de Juanjo han podido formar su familia.
Según Pepita, el segundo secreto es aprender el valor de pedir ayuda, de ser capaz de expresar abiertamente a los demás aquello que sientes y necesitas; no tener problemas en hacer que los demás comprendan cuáles son tus necesidades. Esto ha permitido que sean una familia unida y cohesionada; también ha hecho posible que la comunicación y la relación entre todos los miembros de la familia haya sido siempre clara y sincera.
Para Pepita el tercer secreto es la fuerza que me ha dado pensar en el día a día del deportista de élite. Para llegar a la meta es necesario el esfuerzo, la renuncia, horas y horas de sacrificio en silencio; es esencial saber sobreponerse al agotamiento, a los momentos de soledad y abatimiento; es ser capaz de sentir la alegría de los pequeños logros y nunca tirar la toalla aunque esa idea te pase por la cabeza muchas veces. Pero una y otra vez sigues para delante, te sobrepones y al final consigues llegar a la meta. Situaciones extremas similares a las que han afectado a la familia de Juanjo o situaciones de máxima exigencia similares a las que viven los deportistas de élite no son nada fáciles; son muchos los que se quedan por el camino. Está claro que este no ha sido el caso de Pepita y su familia.
Y el cuarto secreto que ha ayudado a Pepita han sido sus fuertes convicciones religiosas y su especial vinculación desde 1980 al “Teléfono de la Esperanza” que han hecho posible que el dolor desgarrador y la felicidad hayan sido compatibles. Un proyecto de vida en el que la palabra resignación se ha convertido en lucha, superación y esperanza.
Y una frase que le encanta a Pepita y que quizás tenerla siempre presente sea un quinto secreto: Para ser feliz tienes que saber el porqué, el para qué y el para quién.
Después de los años y de todo lo que han pasado, la familia permanece unida como el primer día; se puede decir, con total certeza, que es un hogar en el que se respira felicidad. Juanjo tiene ya 45 años y cuatro sobrinos (Pedro Pablo, Álvaro, Sara y Jorge) con los que le encanta estar; su padre ya ha cumplido los 78 años y su madre los 72; su hermano tiene 46 años y su hermana 42. Todos saben que Juanjo es feliz y están convencidos de que con el paso del tiempo lo seguirá siendo.
La entrega del Cirio Solidario 2016 por parte de la JHP fue un acto muy emotivo en el que Pepita recibió una fuerte ovación de los fieles que llenaban el templo puestos en pie, entre ellos muchos miembros de la junta directiva, trabajadores y usuarios de la asociación “Tocaos del Ala-Ángel Soler”. Según cuenta Pepita una semana después “este reconocimiento me llena de alegría por Juanjo y por la asociación, y me da fuerza, muchas fuerzas para seguir”.
A Juanjo y su familia los conozco desde hace mucho tiempo, pero no deja de sorprenderme su enorme y particular capacidad de superación y de afrontar la vida y las situaciones más adversas. Para mi es, sin duda, el mejor ejemplo que se puede poner de lo es y significa la palabra "resiliencia"
A mis alumnos y alumnas de ayer y de hoy
Hace 1 semana
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