miércoles, 5 de noviembre de 2025

¿Olvidamos el verdadero valor del esfuerzo? : cuando un litro de aceite valía un jornal

I. La inflación: cuando el mercado nos roba la memoria y la dignidad

La inflación no es un mero índice económico. Es, en esencia, un problema de memoria y dignidad. Cuando el precio de la vida se dispara, no solo encoge nuestra cartera, sino también nuestra perspectiva. La conversación de hoy se centra en los porcentajes y las hipotecas, pero nos distrae de la pregunta fundamental: ¿Hemos olvidado el valor real de una hora de esfuerzo? Hemos normalizado una cultura de beneficio instantáneo y crédito fácil que diluye el orgullo inmaterial de un jornal ganado con el sudor de la frente, un orgullo que nuestros padres y abuelos defendieron con uñas y dientes.

Mi postura es inequívoca: para entender la dignidad laboral de hoy, debemos iluminar la heroicidad de la subsistencia de ayer. El valor real de un trabajo nunca puede ser estrangulado por el precio volátil de la materia prima.

II. La medida de la subsistencia: un litro de aceite por medio jornal

Para buscar la verdad de esta crisis de valor, hay que retroceder hasta la época en que la luz no venía de una Bombilla garantizada, sino de un Candil alimentado por el esfuerzo diario. Mi relato, Del candil a la bombilla, es un viaje a Mogente, a la España de posguerra, donde el valor de un jornal era un asunto de supervivencia, de honor.

El microsíntoma de aquella época era la proporción salvaje entre el salario y el coste esencial. Mi padre, luchando por sacar a la familia adelante, podía ganar entre 25 y 50 pesetas al día por un esfuerzo extenuante. ¿Y el precio de un bien básico? Un solo litro de aceite podía costar 15 o 20 pesetas. ¡La mitad de su jornal por un litro!

Esta anécdota no es solo historia económica; es la fundación de la Mochila Vital. Mi padre, y la generación de mi padre, comprendieron en sus carnes que la lucha por esas pocas pesetas era una lucha por la dignidad innegociable. La precariedad no les robó el orgullo; al contrario, forjó en ellos una resiliencia basada en la resistencia ante lo que consideraban una injusticia o una humillación. Hoy, como profesor jubilado y paciente de Ataxia, entiendo que la verdadera resiliencia no es la cantidad de peso que la Mochila Vital contiene, sino la sabiduría para discernir entre el lastre y los valores inmateriales que mi padre me legó. Un legado que me permite ver el valor en lo que no se mide en pesetas, ni en euros, ni en kilómetros recorridos.


III. El gran secreto: por qué el carácter es la única moneda que no se devalúa

Desde la Psicología Científica, esta perspectiva histórica se enmarca en la Psicología de la Dignidad y la Autoeficacia. La injusticia económica, más que un problema de ingresos, es una herida en la identidad que dispara el estrés crónico y devalúa la autoeficacia, robándole al individuo el locus de control interno sobre el resultado de su esfuerzo. La sensación de ser compensado justamente activa nuestros circuitos de recompensa neurobiológica; de lo contrario, la frustración se cronifica.

  • Experiencia como paciente/profesor: mi padre, luchando contra la adversidad física y económica, demostró cómo la tenacidad y la defensa de principios se convierten en pilares de la identidad. La Teoría Vivida me enseña que la resiliencia no se construye en la abundancia, sino en la defensa de principios cuando el sistema intenta doblegarte. La verdadera herencia que nos deja el tiempo del candil no es el miedo a la pobreza, sino la certeza de que el valor inmaterial del carácter es la única moneda que la inflación no puede devaluar.


IV. La llamada urgente: ¿Qué principios defienden hoy las manos del candil?

Hoy, envueltos en la ansiedad de la inmediatez y el consumo, es urgente que volvamos a encender el Candil de la memoria.

Mire su propia Mochila Vital y pregúntese: ¿Qué principios está dispuesto a defender con el mismo ahínco con que mi padre defendía el valor de su jornal? La batalla contra el coste de la vida no se gana solo pidiendo un aumento; se gana revalorizando lo que somos. Se gana recordando que la dignidad de nuestro esfuerzo y la honestidad de nuestro camino son los únicos cimientos que nos sostienen cuando el mundo exterior se tambalea.

Que la “Bombilla" nos ilumine para ver el camino, pero que el recuerdo del “Candil" nos recuerde la fuerza que reside en la sencillez de un trabajo bien hecho.

Nota:

Si esta reflexión ha resonado en usted, puede profundizar en las raíces de este pensamiento en el relato completo Del candil a la bombilla: Huellas biológicas y ambientales en la forja de una identidad.

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