Desde mi más tierna infancia, la luna llena ha ejercido en mí una profunda fascinación. Recuerdo las noches en que mi padre, con su voz cálida y envolvente, me contaba historias sobre la luna, haciéndome creer que si subíamos a lo alto de la montaña podríamos tocarla. Yo, con la inocencia y la imaginación propias de un niño, me lo creía a pies juntillas, y la sola idea me dejaba sin aliento.
Aunque ahora sé que aquello era imposible, esa sensación mágica sigue viva en mí. Cada vez que veo la luna llena, una parte de mí sigue deseando poder alcanzarla con mis propias manos. Y no solo eso, la luna también tiene el poder de conectar vidas. Hace unos días, cuando la luna estaba casi llena, me conecté con otra persona que está en la otra parte del mundo. Los dos sentimos como tocábamos la luna al mismo tiempo, unidos por su luz plateada a pesar de la distancia. Puede parecer una pura invención pero les puedo asegurar, más allá de lo que diga la ciencia, que es real; o al menos para mi en ese momento lo fue.
Este mes de julio, la luna llena del ciervo ha sido un verdadero regalo para los sentidos. Observarla no solo es un deleite visual, sino también una oportunidad para reconectar con las historias y tradiciones que han inspirado a la humanidad durante siglos.
La luna llena ha sido objeto de innumerables creencias y leyendas a lo largo de la historia. Se dice que cortarse el pelo o las uñas durante esta fase lunar favorece su crecimiento, y en algunas culturas se asocia con la fertilidad tanto de la tierra como de las mujeres. Aunque la ciencia ha desmentido la relación entre la luna llena y la locura, la expresión "lunático" sigue siendo utilizada para referirse a comportamientos extraños o impredecibles.
Nuestros antepasados utilizaban la luna como referencia temporal y guía para sus actividades, especialmente las agrícolas. La luna llena también era un momento propicio para encuentros familiares y festividades, y ha sido testigo de innumerables historias de amor bajo su luz plateada.
Las leyendas del hombre lobo, que se transformaba en bestia bajo la luna llena, me han fascinado desde siempre. Aunque sé que son solo eso, leyendas, su encanto perdura en el tiempo.
Recuerdo con nostalgia aquellos años en que, junto a un grupo de amigos, corríamos bajo la luna llena de abril. Era un ritual que nos llenaba de energía positiva y que bautizamos como "correr la luna de abril".
Este mes de julio, he elegido la Ermita de Cieza como escenario para disfrutar de la luna llena del ciervo. Allí, bajo un cielo despejado y con la mínima contaminación lumínica, la luna se ha mostrado en todo su esplendor, aunque las fots con el móvil no han sido capaces de captarla con toda su belleza.
No soy el único que busca estos momentos mágicos bajo la luz de la luna, no fui el único en la Ermita. Existe incluso un nombre para aquellos que compartimos esta fascinación: selenofilia; sin duda, puedo decir que soy selenefílico.
Observando la luna en la Ermita de Cieza, no he podido evitar pensar en Jack y Sara, los personajes de la novela "El sueño de una vida" de Shirin Klaus. Seguro que ellos también escucharon muchas de estas leyendas y compartieron momentos inolvidables bajo la luz de la luna llena.