
Llego sin cumplir los siete años y ahora ya tiene los trece recién cumplidos; de mayor quiere ser médico. Está claro que este es su último verano en España; quizás no lo volvamos a ver o quizás sí; es complicado anticipar el futuro. Los abuelos son los que salieron con sus hijos hacia el exilio; después de casi cuarenta años, sus hijos son ahora los padres de los niños que llegan a España. Jóvenes para los que el futuro es una absoluta quimera. Ahora son como títeres cuyo destino manejan otros.
Un mar de emociones y sentimientos con sensaciones entremezcladas; unas veces de frustración y otras de euforia, unas veces de alegría y otras de tristeza, siempre rabia contenida y sensaciones de impotencia. Los intereses económicos y políticos son los que prevalecen. Al final un mar de arena, la indiferencia internacional y miles de familias que seguirán acogiendo niños el próximo verano.