sábado, 23 de agosto de 2025

El Taller del Alma: crónica de cómo mi casa en Cieza me enseñó a vivir de nuevo

Recuerdo el sol de media tarde entrando por la ventana del salón, dibujando rombos dorados en las baldosas. Conocía ese dibujo de memoria. Era el mismo que había visto desde niño, el mapa sobre el que había jugado, corrido y vivido sin prestarle la más mínima atención. Para mí, mi casa en Cieza era un espacio de certezas, un territorio tan familiar como mi propio cuerpo.

Jamás imaginé que ambos, casa y cuerpo, se convertirían un día en paisajes extraños que tendría que aprender a explorar de nuevo, con la torpeza y la curiosidad de un recién llegado.

Cuando la ataxia entró en mi vida, no lo hizo con un estruendo, sino en silencio, alterando las reglas de lo cotidiano. Mi diagnóstico no fue solo un informe médico; fue un golpe de cincel que me obligó a detenerme y a observar la materia de la que estaba hecho. Y esa primera observación, la más cruda y honesta, tuvo lugar entre estas paredes. Busqué respuestas en la filosofía y en el arte, en la metáfora sublime del non finito de Miguel Ángel, pero la vida, con su ironía, me tenía preparada la lección más importante en el lugar que yo daba por sentado.

Una geografía alterada

Lo primero que cambió fue el espacio. El pasillo, que siempre me había parecido un simple conector entre habitaciones, se transformó en un desafío de equilibrio. Las baldosas, antes mudas, se convirtieron en una cuadrícula que medía mi inseguridad. Cada paso era una negociación. La silla donde me sentaba a leer, la manivela de la puerta del dormitorio, la altura del estante de los vasos… todo el diseño de mi vida se reveló de pronto como una arquitectura pensada para un hombre que yo ya no era.

Al principio, cada uno de estos pequeños obstáculos era una fuente de inmensa frustración. Un recordatorio constante de mi pérdida. Era como si la casa, mi refugio, se hubiera puesto en mi contra. Pero con el tiempo, y gracias a la paciencia infinita de mi tribu, esa perspectiva empezó a cambiar. La frustración, lentamente, dio paso a la curiosidad. Si no podía abrir un bote de la manera habitual, ¿existía otra? Si no podía caminar en línea recta, ¿podía apoyarme en la pared y convertirla en mi aliada?

Las herramientas invisibles del taller

Fue entonces cuando descubrí que mi hogar no era un enemigo, sino un taller lleno de herramientas invisibles. La herramienta más afilada era, sin duda, el humor. Recuerdo un día en que, al intentar sentarme en el sofá, calculé mal la distancia y acabé en el suelo. La primera reacción fue la rabia. Pero entonces, mi familia, en lugar de correr a levantarme con cara de espanto, me miró y dijo con una calma absoluta: "Hacía tiempo que no te veía tan entregado a la relajación". Nos echamos a reír. Y en esa risa, el peso de la torpeza se disolvió.

Ese día comprendí que mi familia era el "andamio humano" del que hablo a menudo. Un soporte vivo, flexible y afectuoso que no solo me sostenía para que no cayera, sino que me ayudaba a ver la caída desde otro lugar. La paciencia se convirtió en el martillo que usaba para romper mis viejas expectativas. La aceptación era el barniz que protegía la madera herida.

Cada día se convirtió en un pequeño experimento. Este hogar dejó de ser un museo de mi vida pasada para transformarse en un laboratorio de mi presente. Un espacio seguro para la prueba y el error, donde podía permitirme ser vulnerable, torpe e imperfecto sin ser juzgado. Estaba aprendiendo, en la práctica más absoluta, el significado de la aceptación radical.

El mapa completo de un viaje

Aceptar que las cosas son como son, no como nos gustaría que fueran, es una de las lecciones más difíciles. Pero es en esa aceptación donde reside la verdadera libertad. Mi casa, con sus nuevos desafíos, me enseñó a dejar de luchar contra la realidad y a empezar a bailar con ella.

Esta crónica es solo una de las muchas reflexiones que he hilado en "Vivir con ataxia: el alma cincelada", el libro que es, en esencia, el mapa completo de este viaje. Si estas palabras resuenan contigo, te invito a recorrerlo por completo.

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Muchos de vosotros habéis estado en esta casa. Quizás ahora, al leer esto, la recordéis de una manera diferente. Me conmovería leer en los comentarios qué rincón de vuestro propio hogar se ha convertido en un maestro inesperado.

10 comentarios:

Fulgencio Marín dijo...

Me has emocionado. Ni imaginaba que esa ataxia la estabas viviendo en primera persona. Ironías de la vida que te llevan, que nos llevan a poner en práctica esas herramientas vitales de las que tanta veces hemos hablado a nuestros estudiantes. Leeré tu libro y continuaré aprendiendo de uno de mis mejores maestros y de uno de los seres humanos al que más quiero ❤️❤️❤️❤️

C.Torró dijo...

He comprado el libro,quiero leerlo con mucho interés siento curiosidad .Puedes conocer a una persona ,ser de tú misma sangre y no saber como es en realidad .Reconozco que me has conmovido .

María Dolores Mora Ros dijo...

Gracias Conrado por tu reflexión y por tus enseñanzas. Grandes verdades.❤️

Anónimo dijo...

Ya sabes te sigo y te venero , te doy las gracias por ser tan generoso por. compartir tu aprendizaje y experiencia.
Sempre en mi ❤️

Anónimo dijo...

Conrado, soy paciente de ataxia SCA3. Escritor del libro Ataxia, Resiliencia y Conocimiento.pienso sería bueno contacto por WhatsApp. JOSE MARIA MERCADER MIRO 670282255

Conrado dijo...

Leo tu comentario y me emociona profundamente. Me llena de alegría y gratitud que a pesar de la distancia sigas tan cerca. Es una de las grandes lecciones que te llevas en el camino. Los conocimientos teóricos los tienes a disposición, pero las herramientas vitales no se activan hasta que las necesitas de verdad. Y sí, es una ironía, como bien dices, que tengas que recurrir a la enfermedad para forjarlas, pero el resultado compensa con creces.

Me sentiría muy honrado de que mi libro te sirva para seguir aprendiendo. Para mí, tú siempre fuiste y eres un gran maestro y un pilar. Sabes que puedes contar con un abrazo y un café cuando quieras.

Con un abrazo infinito,

Conrado dijo...

Tu comentario me ha conmovido profundamente. Leer que has comprado el libro y que te ha movido a conocer mi historia más a fondo es, sin duda, la mayor de las recompensas.
Tu reflexión sobre cómo podemos estar tan cerca de una persona y al mismo tiempo no conocer su realidad interior es una de las grandes verdades que he descubierto al escribir. Precisamente por eso quise abrir las puertas de este 'taller' y compartir esta parte de mi alma cincelada.
Espero que la lectura te sirva para conectar con la historia, y que cuando termines, me cuentes qué te ha parecido.

Un abrazo enorme.

Conrado dijo...

Muchas gracias por tus palabras. Me alegra mucho que la reflexión te haya resonado y que las ideas compartidas te sirvan. La mayor recompensa es saber que el mensaje llega y conecta.
Un abrazo.

Conrado dijo...

Me dejas sin palabras. No sabes el inmenso valor que tienen tus palabras para mí. El cariño que me demuestras es lo que da sentido a este camino y a todo el esfuerzo de compartir una parte tan personal de mi vida. Gracias de corazón por tu generosidad y por estar siempre ahí. Un abrazo inmenso

Conrado dijo...

José María, Me parece una idea fantástica. Es un honor y una inmensa alegría que me escribas y que, además, también hayas compartido tu historia a través de un libro. No sabes lo importante que es para mí conectar con otros compañeros de viaje.Te escribo un WhatsApp en breve para que podamos charlar con calma. ¡Un fuerte abrazo