Un paseo por Italia sin tiempo y sin espacio de la mano de Pedro Luis Ladrón de Guevara; el tiempo y el espacio se reconstruyen en cada mirada. 42 fotografías y 42 composiciones poéticas que son parte de una vida. Las fotografías dejan de ser fotografías y los poemas recuperar el la latido del corazón del que los escribió; fotos y poemas se convierten en imágenes, sensaciones… creando un nuevo tiempo y espacio en el que se sumerge el espectador. Esta es la exposición Viaje en una Italia sin tiempo de Pedro Luis Ladrón de Guevara (Cieza, 1959), escritor, poeta y catedrático de Filología Italiana en la Universidad de Murcia; y ciezano universal. La exposición se inauguro ayer tarde (ver álbum de fotos) y permanecerá abierta hasta el 30 de diciembre.
La exposición Viaje en una Italia sin tiempo, organizada y patrocinada por la Fundación Cajamurcia, con la colaboración de la Universidad Aristóteles de Salónica y la Sociedad Dante Alighieri ha llegado a Cieza; recoge una selección de 42 fotografías realizadas por Ladrón de Guevara (en sus estancias y viajes por Italia en los últimos 30 años) y 42 composiciones poéticas: de Rilke, Ramón Gaya, Dionisia García, Eloy Sánchez Rosillo, Ungaretti y el propio Ladrón de Guevara, entre otros.
Hola Pedro Luis, siempre que hemos hablado ha rezumado con fuerza tu inmenso amor por Italia vivido desde la pasión y la admiración; ¿cuándo prendió en ti esa chispa; era algo que “estaba escrito” o fue algo casual?
Como tantas cosas en la vida fue algo casual (cuánta gente ha conocido a su pareja en una fiesta a la que no pensaba ir, o en aquel viaje en el que se coincidió extrañamente porque nos tuvieron que convencer para ir). Me matriculé en Filología porque lo que me apasionaba era la Literatura sin fronteras (Manrique, Machado, Keats, Ungaretti...), había que elegir un idioma y me decanté por el italiano que empezaba de cero, y dado que no concibo una lengua sin la cultura y la historia que tiene detrás, empecé a viajar a Italia, y allí surgió el amor por ese hermoso país. En realidad, fue amor compartido, porque he de decir que Italia también se enamoró de mi, y me aceptó.
Esa pasión por Italia inunda todo tu obra, tu vida, tu profesión ¿Estoy equivocado?
Me gusta de Italia su respeto por lo antiguo, por la historia, que llega a los pequeños detalles (muebles, casas, libros...) Allí aprendí a amar el arte como algo cotidiano. Te cruzabas con un Rubens, con una fuente renacentista o una pintura de Botticelli, casi sin querer. E Italia se metió en mi poesía, en mi investigación (por supuesto, soy catedrático de italiano), pero también en mis paisajes y en mis vivencias, hasta el punto que hoy muchos de mis recuerdos y de mis amigos son italianos. Pero he de decir que no está omnipresente, por ejemplo, en enero sale mi novela "La campana rasgada" e Italia no aparece, aunque sí Mazarrón, Salamanca y Madrid.
Esta exposición está recorriendo distintos puntos de la región; ahora llega a Cieza. ¿Esto tiene algo de especial para ti?
La exposición ha estado en Salónica (Grecia), Nicosia (Chipre), Sofia (Bulgaria), Turín-Moncalieri y Catania (Italia), donde se le concedió el Premio Ninfa-Galatea. Y dentro de España ha estado en Valencia, Cartagena, y otros pueblos de la región, pero Cieza es algo especial. Yo soy ciezano, y no sólo porque naciera allí en 1959, sino porque mi infancia es ciezana, porque por muy bellas que sean las esculturas de otros imagineros, para mi la Semana Santa es la de Cieza, con "Los azotes" y "los armaos" que hacían la caracola, porque todavía siento en mi piel de niño el frío en las piernas mientras se esperaba una procesión que tardaba siglos en llegar ante muestra impaciencia infantil. Así como la romería más intima es la de la Atalaya, con su subida al castillo e incluso, los años más osados, hasta la cima más alta para tocar la cruz de madera de la Atalaya. Paisaje de Castillo y Atalaya, con la capilla enmedio, que dibujé cientos de veces y que aparecía en uno de mis relatos pintado en un cuadro por parte del amigo pintor.
Evidentemente Cieza no es otra etapa, es una etapa muy especial. El otro día, paseando por la judería de Córdoba, con sus casas techeras veía la Cieza de mi niñez. Recuerdo que al volver del colegio Santo Cristo hacía mi casa, encima justo de la farmacia de mi padre, me encontraba a los campesinos que volvían con el burro y lo metían dentro de las casas, en cuya parte trasera, después del patio, estaba el corral. Es ésa una Cieza donde las mujeres hacían cuerda con el esparto, mientras otras mujeres, con las cuerdas ya hechas, hacían cuadrados y rectángulos que más tarde unirían para hacer extensas alfombras. Al ver en Cordoba usar como cortinas exteriores el esparto todavía llegó hasta mí ese olor a infancia.
Soy fruto del Puente Alambre y de las huertas del Fatego, del Paseo y la Plaza España donde dábamos vueltas en la adolescencia para ver los ansiados rostros femeninos. Estoy hecho de la imagen de las mujeres lavando en el Lavadero público y el solitario grifo que había en la calle junto al cine Galindo y que abastecia de agua a toda la calle. Sí, estoy hecho de sesiones dobles en el Galindo y el Capitol, y de horchatas de avellana en los Valencianos, cuando no le comprábamos el chambi al hombre con su carromato.
Pienso en todo ello y, me pregunto, si aquello no fue hace cien años, aunque entonces pienso en el amor que siento por todo ello, y entonces me parece que fue ayer.
Gracias Pedro Luis. Un abrazo
1 comentario:
Hola Jose Luis, tengo tu misma edad, y también hemos jugado juntos alguna vez, y paseado por esa PLaza de España que evocas ahora con nostalgia. Eran otros tiempos...
Publicar un comentario