Los Armaos del Tercio Romano de Cieza se crearon en la 2º mitad del siglo XIX, son por tanto de los más antiguos de nuestra Región, pues los primeros que se crearon fueron los de la cofradía de Jesús de Murcia en 1713, o los de Jumilla en 1848. Son muy queridos por el pueblo de Cieza y representan una cultura propia forjada por la solemnidad que le imprimen a sus actuaciones, tanto en los desfiles como las de carácter simbólico, como es el caso de la Danza de la Caracola, símbolo de Resurrección, y único pueblo en toda España que la representa, y cuyo origen está en el fondo del mar, en la trascendencia del agua y la espiritualidad de la caracola. La Danza del Caracol, realizada en Jumilla y otros pueblos está más extendida, también es símbolo de Resurrección pero desde otros parámetros culturales y orígenes en la cultura celta y en el fondo de la tierra. La sección de tambores y cornetas imprime un sentimiento cultual, litúrgico, espiritual lleno de sentimiento místico, por lo que se puede hablar de Armaos queridos y a través de sus actos de la mística de los Armaos.
Por todo ello podemos concretar que contamos con dos tipos de Armaos, unos de origen histórico, canónico. Otro fruto de la religiosidad popular, integrados en la Semana Santa con carácter emblemático, solemne, cultural y místico. Místico porque velan el Monumento con actitud de devoción y porque custodian a Cristo Yacente en la procesión del Santo Entierro, rindiéndole culto. Místico porque tal fue el milagro que se produjo con Cayo Casio, Longinos, que padecía una enfermedad en los ojos y comprobó la muerte de Jesús clavándole en su costado la lanza, de la cual brotó sangre a sus ojos y quedó curado. Como consecuencia del milagro se convirtió al cristianismo. Metamorfosis equivalente a la de los Armaos del Tercio Romano de la Hermandad de la Convocatoria de Cieza ante la Resurrección.
Isabel Mira Ortiz
Abril 2011
Abril 2011
¡¡Por nuestra Semana Santa y su declaración de interés Turístico Nacional!!
Pd. La imagen que acompaña esta entrada es parte de la portada de la Revista El Anda; su autor es Manuel Carpio López.
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