martes, 19 de agosto de 2025

Mañana abro las puertas del taller


Durante años, he mantenido una conversación en silencio. Un diálogo íntimo con una figura de mármol atrapada en su lucha por existir: el Esclavo despertando de Miguel Ángel. En sus marcas de cincel, en su tensión inacabada, encontré el espejo más fiel de mi propia biografía. Vi un alma cincelada, no por un artista, sino por la propia

Este libro, que mañana comparto con vosotros, no es más que la transcripción de ese diálogo. Es el eco de una revelación: la vida, en su esencia, es un proceso non finito constante. Todos somos, de alguna manera, una obra en perpetua creación, con nuestras propias grietas y batallas.

Mañana, las puertas de este taller personal se abren del todo. Mi historia, forjada entre Cieza, la universidad y mi tribu, estará disponible para quien quiera asomarse. No es un manual de respuestas, sino una invitación a conversar sobre la resiliencia, la aceptación y la extraña belleza que se esconde en la imperfección.

Para quienes sentís curiosidad y queréis ser los primeros en entrar en este espacio cuando abra sus puertas mañana, la página ya está preparada y, como primicia, podéis verla aquí: https://www.amazon.es/dp/B0FMPR3VYT.

Gracias por caminar a mi lado hasta este umbral. Nos vemos mañana.

lunes, 18 de agosto de 2025

Mi abuelo Eliseo

Hay historias familiares que marcan para siempre. La de mis abuelos maternos, Eliseo y Dolores, es una de ellas.


Mi abuelo era un hombre de luz, un electricista orgulloso en los años 30 del siglo pasado que formaba parte de esa avanzadilla que llevaba la modernidad a la España rural. Pero un terrible accidente laboral, del que fue injustamente culpado, lo apagó por dentro. Despedido y señalado por la comunidad, el estigma lo empujó a él y a su familia a un exilio interior en la sierra de Mogente, a un paraje aislado y abrupto llamado Cambredo.

Mientras mi yaya Dolores demostraba una fortaleza inmensa, sacando a la familia adelante de la nada, mi abuelo se hundió en una profunda depresión, incapaz de superar la pérdida de su identidad profesional. De aquella prueba de supervivencia, de aquel aislamiento, nació nuestro apodo familiar: “Los Cambredoners”. Un nombre nacido del dolor, pero que hoy llevamos con un orgullo inmenso.

Su historia me enseñó una lección brutal sobre lo frágil que es construir toda nuestra identidad sobre la profesión. Me enseñó que la verdadera fortaleza, la que nos define, no reside en el cargo que ocupamos, sino en nuestra capacidad para levantarnos cuando todo se derrumba. El orgullo por ser un 'Cambredoner' no viene de su éxito, sino de su resiliencia.

Esta es solo una de las historias que narro en mi obra autobiográfica, «Del candil a la bombilla». Si te ha conmovido, te invito a descubrir el relato completo en: https://goo.su/3IVhEP2

viernes, 15 de agosto de 2025

El Vértigo y la Calma: a 5 días del lanzamiento

Estamos a 15 de agosto. En solo cinco días, el próximo miércoles 20, el libro "Vivir con ataxia: el alma cincelada" estará disponible para cualquiera que quiera asomarse a sus páginas.

Y si soy completamente sincero, mi estado de ánimo en estos momentos es una mezcla de dos fuerzas que tiran en direcciones opuestas: un vértigo profundo y una calma serena.

El vértigo viene de las preguntas que supongo que todo autor se hace antes de abrir su alma al mundo. ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Es este un relato que realmente interesará a alguien? ¿Servirán de algo estas páginas escritas con tanto cuidado? Es la sensación de estar al borde del trampolín, mirando el agua que parece lejana, sabiendo que el salto es inminente y que ya no hay vuelta atrás. Es el temor a la exposición, a no estar a la altura de las expectativas, empezando por las mías.

Pero entonces, respiro hondo. Y en medio de ese torbellino, llega la calma.

La calma no nace de la certeza del éxito, sino de la claridad del propósito. Me recuerdo a mí mismo que no escribí este libro para encabezar listas, sino para compartir un mapa. Para demostrar, primero a mí mismo y luego a quien quisiera leerlo, que un diagnóstico no es un punto final, sino un punto y aparte. Que la vida, como las esculturas de Miguel Ángel, puede ser bella e inmensamente valiosa en su estado non finito.

Mi misión con este libro siempre ha sido transformar la conversación sobre la adversidad, llevándola del terreno de la pérdida al del crecimiento. Y ese propósito me ancla y me da paz.

Y en estos momentos, la pieza que equilibra la balanza es, sin duda, la tribu. El apoyo que he sentido durante todo este proceso, las conversaciones y los ánimos han sido el andamio sobre el que se ha construido este proyecto.

Hoy solo quería compartir esto con vosotros, de forma honesta. Este es el principio de la cuenta atrás final. El próximo miércoles, 20 de agosto, el libro comenzará su propio viaje.

Gracias por estar ahí, al otro lado. Vuestro apoyo es la calma que vence a cualquier vértigo.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Mi abuelo, el paredón y el secreto que escondía la palabra «colegio»

En mi familia, como en tantas otras de la España de posguerra, el silencio era u
n mecanismo de supervivencia. Se aprendía a no nombrar el dolor, a cubrir el trauma con eufemismos. El nuestro, para hablar del infierno que vivió mi abuelo José Ramón tras la Guerra Civil, era decir que «había estado en el colegio».

Mi abuelo era un hombre bueno y respetado en Mogente, fundador de una almazara cooperativa basada en la justicia y la honestidad. Pero sus ideales republicanos le costaron caros. Fue acusado falsamente de asesinar a un cura y encerrado en una prisión franquista. Allí, además del hambre y el maltrato, vivió la tortura psicológica de ser llevado varias veces ante el paredón para presenciar fusilamientos, sin saber nunca si él sería el siguiente.

La historia podría haber terminado ahí, en una de esas ejecuciones o en la locura. Pero la mentira sobre la que se sostenía su condena tenía una fisura: el cura al que supuestamente había matado estaba vivo, ejerciendo como capellán en Zaragoza.

Y aquí es donde la historia de mi abuelo se convierte en la historia de la valentía de mi padre. Siendo apenas un joven, emprendió un viaje casi imposible hasta Zaragoza, encontró a aquel cura y consiguió de él una carta que certificaba que estaba vivo. Ese papel, un simple trozo de papel, fue el que sacó a mi abuelo del infierno tras tres años de injusto cautiverio.

Contar esto hoy no es remover el pasado; es entenderlo. Es mi forma de romper aquel silencio impuesto y de honrar no solo el sufrimiento de mi abuelo, sino el coraje de mi padre, que se atrevió a buscar la verdad cuando la mentira era ley. Su acto de amor y justicia es el verdadero legado que ilumina las sombras de nuestra memoria familiar.

Esta es la versión íntima de un relato con muchas más capas. He explorado la conexión de esta vivencia familiar con los debates actuales sobre la memoria en un artículo más extenso publicado en Medium. Si te ha resonado esta historia y quieres profundizar en la reflexión, te invito a leerlo.

Puedes leer el artículo completo y ampliado aquí: https://tinyurl.com/Abuelomemoria

martes, 12 de agosto de 2025

La fascinación por la obra inacabada: El eco de Miguel Ángel en mi propia vida

 No soy historiador del arte, ni crítico, ni escultor. Apenas un aficionado que, de vez en cuando, se detiene a contemplar la belleza. Sin embargo, hay una figura que me atrapó desde hace años y que sigue
sin soltarme: Miguel Ángel Buonarroti. No es solo la perfección sobrehumana de su David o la compasión infinita de su Piedad vaticana lo que me conmueve. Es algo más íntimo, más crudo y dolorosamente humano, que se manifiesta con una fuerza arrolladora en el conjunto de sus obras inacabadas.

Para mí, esas piezas non finito son, paradójicamente, las que más tienen que decir, las que mejor resumen la esencia no solo de su arte, sino de la propia existencia.

Recuerdo, como si fuera ayer, mi primera visita a la Galería de la Academia de Florencia. Me acerqué, dejando atrás el bullicio, y me detuve frente a los Esclavos. No eran meras esculturas; eran presencias. Sentí la tensión del Esclavo joven contorsionándose, la fuerza contenida del Atlas que parece sostener el peso del mundo sobre sus hombros aún sin tallar, y tu propia y agónica pugna, Esclavo despertando, por liberarte de la roca que te aprisiona. Pude ver las marcas del cincel, las cicatrices de la creación, y sentí que no eran un signo de imperfección, sino el testimonio de una batalla.

Durante años, sentí que había algo más que las explicaciones académicas. Una conexión inconsciente con esa idea de que la perfección no reside en el producto final inmaculado, sino en el acto mismo de la creación, en la tensión entre lo posible y lo real.

¿No somos nosotros mismos una obra inacabada? Una eterna pugna por definir nuestra identidad, por pulir nuestras aristas, por liberarnos de aquello que nos oprime, por alcanzar una versión de nosotros mismos que quizás nunca llegue a ser definitiva. La vida, en su esencia, es un proceso de non finito constante.

No sabía hasta qué punto esa intuición se convertiría en el mapa de mi propia vida. Un día, llegó una sola palabra que actuó como un imán y dio sentido a un mosaico de síntomas que no entendía. Ataxia. Aquella fascinación por la belleza de lo imperfecto se había convertido en mi propia biografía. El non finito ya no era una reflexión estética; era mi condición.

domingo, 10 de agosto de 2025

La obra inacabada tiene rostro y fecha: "Vivir con ataxia: el alma cincelada"


Durante años, me ha fascinado la obra
non finito de Miguel Ángel, esas esculturas que parecen luchar por liberarse de la piedra. Veía en ellas una metáfora poderosa de la propia existencia: una batalla constante por definirnos, por pulir nuestras aristas, por alcanzar una versión de nosotros mismos que quizás nunca será definitiva. No sabía hasta qué punto esa intuición se convertiría en el mapa de mi propia vida.

Hoy, con una mezcla de vértigo y una serena emoción, quiero compartir con vosotros el fruto de este viaje. Es un inmenso placer anunciar oficialmente que mi libro, "Vivir con ataxia: el alma cincelada", se publicará el próximo 20 de agosto de 2025 en formato eBook y libro de tapa blanda.

Este libro es mi diálogo más íntimo con el mármol, la crónica de cómo un diagnóstico, la ataxia, se convirtió en el cincel que empezó a esculpir mi vida sin mi permiso. Pero es también el testimonio de cómo podemos aprender a guiar ese cincel, a encontrar belleza en la imperfección y a construir un propósito incluso cuando el diseño original se ha hecho añicos.

Aquí os presento su portada, el rostro de esta obra. Es una imagen que, para mí, captura la esencia de este relato: la fragilidad, la interdependencia y la belleza que reside en la lucha compartida.

Espero que estas páginas sirvan de eco, de compañía y de luz para quien se sienta en su propia batalla con el mármol. La obra continúa, y me sentiré honrado de que me acompañéis en este tramo del viaje.


miércoles, 6 de agosto de 2025

La puerta, el hilo y el ¡crac! de mi abuela

Hay historias familiares que se te graban a fuego, y una de las que más me impactó fue la que mi padre me contaba sobre mi abuela Luisa en el Mogente de los años 50. En un tiempo sin dentistas, un dolor de muelas era una auténtica tortura. Y mi abuela, con una mezcla de ingenio y valentía, era la solución.

Imagino la escena: ataba la muela dolorida con un hilo fuerte y el otro extremo a la manivela de la puerta. Luego, con un golpe seco, cerraba la puerta. ¡Crac! Un instante brutal, pero el alivio para el "paciente" era inmediato y liberador.

Cada vez que me siento en el cómodo sillón de un dentista, pienso en ella. Pienso en sus manos, que igual traían niños al mundo que ponían fin a una agonía con un portazo. Su historia no es para romantizar las dificultades de antaño, sino para valorar el inmenso tesoro que hemos construido.

Aquella puerta era el síntoma de un abandono, la prueba de que la salud era un lujo y no un derecho. El verdadero homenaje a mi abuela, y a tantas como ella, es defender con uñas y dientes nuestra sanidad pública. Luchar para que la única puerta que se cierre sea la de la consulta, después de una atención digna y segura.

Esta es solo una de las historias que narro en mi obra autobiográfica, «Del candil a la bombilla». Si te ha conmovido, te invito a descubrir el relato completo en: https://goo.su/3IVhEP2

miércoles, 30 de julio de 2025

El viaje que me devolvió la vida

Tengo un recuerdo grabado a fuego en la memoria del alma: el de mis pulmones infantiles luchando por cada bocanada de aire en el Mogente de los años cincuenta. Una neumonía feroz me estaba apagando, y en aquella época, eso era casi una sentencia.

La única esperanza, según el médico del pueblo, era un medicamento casi mítico y escasísimo llamado Penicilina, que solo se encontraba en Valencia. Al oírlo, mi padre, Conrado, no dudó. Con el dinero justo y una fe inquebrantable en el progreso, tomó un tren en una carrera contra el tiempo. No puedo imaginar su angustia en aquel lento viaje, con la vida de su hijo pendiendo de un hilo.

Su regreso, con la pequeña
caja que contenía la medicina, fue un milagro. Fui, según se dijo, el primer niño del pueblo en sobrevivir a una neumonía grave gracias a ella.

Hoy pienso mucho en ese viaje. Mi padre no cuestionó la ciencia; se aferró a ella con la desesperación de quien no tiene otra cosa. Me pregunto cómo es posible que, en nuestra era de abundancia, con la sanidad que tanto costó construir, hayamos perdido esa fe esencial. Cómo la comodidad nos ha vuelto escépticos ante los mismos avances que salvaron a nuestros padres y abuelos.

Aquella inyección no solo curó mi cuerpo. Me legó una lección imborrable sobre el amor de un padre y la confianza en el saber. Una herencia que, siento, tenemos la responsabilidad de honrar.

Esta es solo una de las historias que narro en mi obra autobiográfica, «Del candil a la bombilla». Si te ha emocionado, te invito a descubrir el relato completo en: https://goo.su/3IVhEP2

viernes, 11 de julio de 2025

La rebelión de Ricky Rubio contra su propio personaje.

Confieso que, como a tantos otros, mi conocimiento sobre las grandes estrellas del deporte se limita a lo que la televisión nos sirve en bandeja. Es una construcción fragmentada, un collage de momentos de gloria, sonrisas en ruedas de prensa y estadísticas de éxito. En ese panteón personal de figuras lejanas, Ricky Rubio ocupaba un lugar de privilegio. Para mí, era la imagen del triunfador nato, el niño prodigio que se convirtió en leyenda, un jugador cuya vida, vista desde el sofá, parecía simplemente envidiable.

Y entonces, llegó Jordi Évole y, en una de las entrevistas más honestas y demoledoras que recuerdo, destrozó por completo esa imagen de cartón piedra.

Lo que vi en 'Lo de Évole' no fue al deportista, sino a la persona que suplicaba por aire debajo de un personaje que se había vuelto demasiado pesado. Me impactó profundamente escucharle. Cada palabra que pronunciaba sobre la "máscara" y el "personaje" que tuvo que crearse para sobrevivir resonaba con una verdad incómoda. Escuchar a un jugador de élite mundial, admitir que se sentía un "farsante" en la cima de su carrera fue, sencillamente, un golpe de realidad.

Esa noche descubrí que el problema de Ricky Rubio no era exclusivo de un multimillonario del baloncesto. Su confesión de "me gustaría jugar al baloncesto sin ser Rubio" puso nombre a una sensación que, creo, nos afecta a muchos más de los que pensamos, famosos o no. ¿Quién no se ha sentido alguna vez atrapado en un papel? El del profesional siempre eficiente, el del padre o madre que nunca falla, el del amigo que siempre tiene una sonrisa, aunque por dentro se esté desmoronando.

Vivimos en una sociedad que nos empuja a construir nuestro propio "personaje". Las redes sociales son el escaparate perfecto para ello, un escenario donde proyectamos una versión editada y exitosa de nosotros mismos. La lucha de Ricky es, en el fondo, una versión a escala épica de esa misma batalla interna: la tensión entre lo que somos y lo que se espera de nosotros; entre nuestra identidad real y la máscara que, por protección o por presión, acabamos llevando día tras día. A veces, sin darnos cuenta, esa máscara se adhiere tanto a la piel que olvidamos quién hay debajo.

La entrevista me ha servido como un recordatorio brutal y necesario. Me ha enseñado a mirar más allá del titular, del trofeo, del personaje público. La valentía de Ricky al mostrar su vulnerabilidad no solo le humaniza a él, sino que nos regala a todos una lección de empatía. Nos obliga a preguntarnos cuánta gente a nuestro alrededor está librando una batalla similar en silencio.

Así que, gracias, Ricky. Gracias por recordarme que detrás de cada historia de éxito aparente, hay una persona real, con sus cicatrices y sus miedos. Gracias por romper el personaje y mostrarnos al hombre. Tu testimonio va mucho más allá del deporte; es un faro para cualquiera que alguna vez se haya sentido un impostor en su propia vida.

jueves, 3 de julio de 2025

La Cultura, el corazón Irrenunciable de la Universidad

 

Hay noches que no son solo para celebrar, sino para recordar por qué celebramos. La de anoche, en el remozado y siempre solemne Paraninfo de la Universidad de Murcia, fue una de esas. Se conmemoraba el cuarenta aniversario del Servicio de Actividades Culturales, pero en el aire flotaba algo más que el simple recuento de años. Fue una auténtica fiesta de la cultura, sí, pero también un punto de encuentro, un acto de reflexión y, sobre todo, una valiente reivindicación del profundo y sanador papel de la cultura en tiempos convulsos.

Mientras el mundo exterior parece empeñado en el desencuentro, en el menosprecio de los derechos humanos y en una peligrosa apuesta por la confrontación, lo que anoche sucedió en el Paraninfo fue un acto de resistencia. Se puso en valor lo que, sin lugar a dudas, es la joya de la corona de la Universidad de Murcia. En este contexto, la labor que emana de la institución en defensa de los valores se vuelve más importante que nunca. Anoche no solo se celebró un servicio; se celebró un refugio.

Porque la cultura, y esto quedó meridianamente claro, no es un adorno para la Universidad. Es, junto a la docencia y la investigación, un pilar básico que la sostiene y le da sentido. Sin su ecosistema cultural, tejido pacientemente durante cuatro décadas a través del teatro, la música y la poesía, la Universidad no sería realmente Universidad. Sería un cuerpo académico sin alma, un motor de conocimiento sin latido humano.

La gala fue, ante todo, un ejercicio de gratitud. Con una cuidada puesta en escena donde la música y la palabra se entrelazaron, se rindió homenaje a los protagonistas de esta historia. Se reconoció la visión de los distintos vicerrectores que marcaron el rumbo, pero el foco, con una justicia poética innegable, se posó sobre quienes han sido el verdadero motor del servicio. Nombres como Inmaculada Abenza, presente desde el inicio, y Carmen Veas, incorporada poco después, resonaron en el Paraninfo. Ellas no solo han trabajado en el servicio; han sido y son su imagen, el rostro visible de una gestión cultural impecable y, más importante aún, de una calidad humana que ha tendido puentes indestructibles.

Se aplaudió la tenacidad y el talento de un equipo que, supliendo con creatividad y una dedicación a prueba de presupuestos, ha hecho de la cultura un pilar de la institución. Han demostrado una y otra vez esa ingeniosa capacidad de gestión para estirar cada euro y multiplicar el impacto de sus programas, transformando directrices en una realidad vibrante y accesible.

Al salir del Paraninfo, con el eco de los aplausos todavía resonando, la sensación era clara. La noche no había sido solo un homenaje a un pasado brillante, sino una declaración de intenciones. Fue la constatación de que, gracias a la labor resiliente de su equipo, la cultura en la Universidad de Murcia ha trascendido lo académico para convertirse en un faro para toda la región. Un faro que, durante cuarenta años, ha demostrado que su luz no depende del presupuesto, sino del capital humano que lo mantiene encendido. Y esa es, hoy más que nunca, una lección impagable.


viernes, 13 de junio de 2025

Mi última promoción de trabajo social

Ayer por la tarde, tuve el privilegio de asistir al acto de graduación de la promoción 2021/2025 de Trabajo Social. Fue un evento cargado de significado y, para mí, especialmente emotivo. La emoción que sentí era una mezcla de orgullo, nostalgia y una profunda satisfacción. Orgullo por ver a mis antiguos alumnos culminar una etapa tan importante; nostalgia por el cierre de un ciclo en mi propia carrera docente; y satisfacción al ver reflejado en ellos el impacto de una metodología de enseñanza en la que siempre creí.

La graduación, aunque celebrada en diversas etapas formativas, desde la preescolar, adquiere en la universidad un significado singular y profundamente arraigado en la tradición. Es un rito de paso que se ha mantenido a lo largo de generaciones, simbolizando no solo el fin de una etapa académica, sino también la culminación de años de esfuerzo, dedicación y crecimiento personal e intelectual. En el ámbito universitario, la graduación es el momento en que los estudiantes, ya convertidos en profesionales, están listos para aplicar sus conocimientos y habilidades en el mundo real, marcando así el inicio de su vida profesional. Es un acto que honra el saber, la perseverancia y el camino recorrido.

Esta graduación fue particularmente significativa para mí porque los estudiantes que ayer se graduaban fueron los últimos a los que di clase antes de jubilarme. Era un curso especial, no solo por ser mi despedida, sino porque aplique en ellos una metodología de enseñanza totalmente diferente a la tradicional. En colaboración con la asociación de Traperos de Emaús, una organización dedicada a la recuperación y reutilización de objetos y a la inserción social de personas en situación de vulnerabilidad, planteé un enfoque pedagógico innovador. Mis clases estaban diseñadas como un compendio de mi particular manera de entender la docencia universitaria, desarrollada durante años: sin lecciones magistrales, sin dictado de apuntes, y enfocada en la construcción del aprendizaje a través de la experiencia práctica y la participación activa.

Pero, además, este fue un grupo de clase muy especial por su excepcional implicación y predisposición a aplicarse en metodologías que no les resultaban familiares. La mayoría estaba acostumbrada a un modelo tradicional de docencia, donde predominaban las clases expositivas del profesor, la memorización de contenidos y un plan de evaluación basado en exámenes. Por el contrario, yo les proponía un sistema de clase activo y participativo, donde la clase y los protagonistas eran ellos, construyendo su propio aprendizaje. Aunque este modelo no era nada fácil de entender al principio, se implicaron totalmente, demostrando una madurez y una apertura mental admirables.

Cuatro años después, ayer, en pleno acto de graduación, delante de sus familiares, sus profesores y las máximas autoridades académicas, manifestaron públicamente que aquella clase de primero con la que entraron a la universidad fue una clase singular que les dejó una profunda huella. Afirmaron que les hizo comprender el verdadero sentido de la docencia, un sentido que va más allá de la mera transmisión de información. Este reconocimiento público reafirmó mi convicción en el uso de métodos de innovación educativa como  las clases invertidas, donde el estudiante asume un rol protagónico en su aprendizaje, investigando y preparando contenidos antes de la sesión, y utilizando el tiempo en el aula para el debate, la aplicación práctica y la resolución de dudas. Escuchar esto y terminar con una ovación final tuvo un profundo significado para mí, validando años de esfuerzo y pasión por la enseñanza.

En resumen, fue un acto de graduación en el que me sentí especialmente feliz, no solo por lo mucho que mis alumnos han madurado intelectualmente durante estos cuatro años, sino también por la alegría que irradiaban. Con este acto de graduación se cierra una etapa muy importante en sus vidas, y también en la mía, pero es solo el principio de otra etapa igualmente apasionante. Ahora, tanto ellos como yo, nos llevamos una mochila llena de herramientas y experiencias que, estoy seguro, nos servirán para el camino que tenemos por delante. Para ellos, es el inicio de su vida profesional, llena de desafíos y oportunidades para aplicar todo lo aprendido y seguir creciendo. Para mí, es el inicio de una nueva fase, quizás de menos actividad académica, pero llena de la satisfacción de haber contribuido a formar a personas excepcionales.

domingo, 25 de mayo de 2025

Museo de Siyâsa: ¡Felices 38 Años de historia y orgullo para Cieza!

 

Hoy, 25 de mayo de 2025, es un día de celebración especial para Cieza y para todos los amantes de la historia y la cultura. La institución que conocemos y admiramos, el Museo de Siyâsa, tiene sus raíces en el Museo Arqueológico Municipal que abrió sus puertas por primera vez un 25 de mayo de 1987 en el número 11 de la calle Cadenas. Son, por tanto, 38 años de una trayectoria admirable dedicada a la conservación, estudio y difusión de nuestro rico patrimonio, un faro de conocimiento que ilumina nuestro pasado para entender mejor nuestro presente.

Un legado nacido de la visión y el esfuerzo pionero

En primer lugar, esta celebración nos obliga a mirar atrás con gratitud y admiración hacia aquellos que, en su momento, concibieron la idea de un museo arqueológico para Cieza y lucharon incansablemente para convertirla en una realidad tangible. Aquellos pioneros actuaron movidos por principios fundamentales como la conciencia de identidad, la responsabilidad de preservación, la vocación educativa y el compromiso con la investigación. Sentaron las bases, con tesón y una clara perspectiva de futuro, de lo que hoy es una institución imprescindible para Cieza. Su esfuerzo y dedicación merecen nuestro más profundo reconocimiento.

Un paso de gigante: del Museo Arqueológico Municipal al Museo de Siyâsa en el Antiguo Casino

En la vida de las instituciones hay momentos que marcan un punto de inflexión. Para la trayectoria museística de Cieza, ese paso de gigante fue, sin duda alguna, el traslado desde la ubicación original en la calle Cadenas a su actual y espléndida sede en el antiguo casino. Esta decisión estratégica, materializada con la inauguración del Museo de Siyâsa el 12 de mayo de 1999, no fue meramente un cambio de dirección; representó una transformación trascendental que catapultó a la institución hacia una nueva dimensión.

Este traslado no solo significó una expansión radical del espacio y una mejora exponencial de las infraestructuras, permitiendo exposiciones más ambiciosas y mejores servicios. Fue también el momento en que la institución, heredera del inicial Museo Arqueológico Municipal, consolidó su identidad definitiva en torno a uno de los tesoros patrimoniales más significativos de la Región de Murcia: el yacimiento de la medina islámica de Siyâsa. Así, esta nueva etapa en el antiguo casino vio nacer y afianzarse la denominación con la que hoy es ampliamente reconocido a nivel nacional e internacional: el Museo de Siyâsa. Este nombre no solo rinde homenaje al enclave arqueológico que le nutre y da sentido, sino que también refleja su vocación y la riqueza de sus colecciones más emblemáticas, convirtiéndose en el mascarón de proa de la arqueología ciezana. Este cambio de sede y la consolidación de su nombre marcaron el inicio de su reconocimiento definitivo como referente.

Joaquín Salmerón Juan: liderazgo que transforma, eleva y cosecha reconocimientos para el Museo de Siyâsa

Y sobre estos cimientos renovados y con una identidad clara, la figura de su director, Joaquín Salmerón Juan, emerge con una luz propia y deslumbrante. Joaquín no solo ha llevado a cabo una gestión impecable al frente del Museo de Siyâsa, sino que, con su enorme profesionalidad, pasión y una visión estratégica clara, ha sabido aprovechar al máximo las oportunidades brindadas por la nueva sede y la riqueza de sus fondos.

Gracias a su liderazgo, el Museo de Siyâsa se ha convertido en un espacio vivo de cultura. Esto se ha materializado a través de exposiciones temporales innovadoras, programas educativos de impacto, investigación de vanguardia, la incorporación de nuevas tecnologías y una fructífera colaboración institucional.

Esta dedicación y excelencia no han pasado desapercibidas. Bajo la dirección de Joaquín Salmerón Juan, el Museo de Siyâsa ha trascendido las fronteras locales para ser reconocido en toda España como un museo de referencia. Este reconocimiento se ha manifestado de diversas formas, siendo un ejemplo sobresaliente y muy reciente un galardón de gran prestigio:

  • La Medalla de Oro 2024 del Círculo Intercultural Hispano Árabe (CIHAR): Precisamente a principios de este mes de mayo de 2025, hemos conocido la gozosa noticia de que el CIHAR ha decidido otorgar su máxima distinción al Museo de Siyâsa. Este importante reconocimiento nacional se concede por su "excelentísima labor en la difusión de la cultura y sobre todo la andalusí y la historia hispanoárabe en general en pro de la interculturalidad". Un premio que pone de manifiesto el impacto y la calidad del trabajo realizado, y cuya ceremonia de entrega está prevista para el próximo 12 de junio en el emblemático Salón de Embajadores de Casa Árabe en Madrid.

¡Nuestra más sincera enhorabuena al Museo de Siyâsa y a su director, Joaquín Salmerón Juan, por este merecidísimo premio que enorgullece a toda Cieza! Es la prueba fehaciente de que la pasión, el rigor y la apertura a nuevas narrativas culturales tienen su recompensa y eco a nivel nacional.

Además de premios específicos como este, el Museo de Siyâsa es un referente para otras instituciones, sus publicaciones son valoradas por expertos y se ha convertido en un polo de atracción cultural que enriquece a Cieza.

Mirando al futuro con ilusión y orgullo ciezano

38 años de trayectoria institucional, culminando en el prestigioso Museo de Siyâsa que hoy conocemos, son una buena edad. Una edad de madurez, de experiencia, pero también llena de energía para seguir creciendo. Desde este humilde blog, enviamos nuestra más calurosa felicitación a todos los que hicieron posible el nacimiento de aquel primer Museo Arqueológico Municipal, a quienes impulsaron su transformador traslado y consolidación como Museo de Siyâsa, y muy especialmente, a Joaquín Salmerón Juan y a todo el equipo que día a día trabaja con pasión para mantener viva la llama de nuestro pasado y cosechar éxitos tan notables que prestigian a Cieza.

Que sean, como mínimo, otros 38 años más de descubrimientos, de aprendizaje, de reconocimientos y de orgullo por nuestra historia.

¡Feliz 38º Aniversario en vuestra trayectoria, querido Museo de Siyâsa! Y de nuevo, ¡enhorabuena por la Medalla de Oro del CIHAR!