viernes, 13 de junio de 2025

Mi última promoción de trabajo social

Ayer por la tarde, tuve el privilegio de asistir al acto de graduación de la promoción 2021/2025 de Trabajo Social. Fue un evento cargado de significado y, para mí, especialmente emotivo. La emoción que sentí era una mezcla de orgullo, nostalgia y una profunda satisfacción. Orgullo por ver a mis antiguos alumnos culminar una etapa tan importante; nostalgia por el cierre de un ciclo en mi propia carrera docente; y satisfacción al ver reflejado en ellos el impacto de una metodología de enseñanza en la que siempre creí.

La graduación, aunque celebrada en diversas etapas formativas, desde la preescolar, adquiere en la universidad un significado singular y profundamente arraigado en la tradición. Es un rito de paso que se ha mantenido a lo largo de generaciones, simbolizando no solo el fin de una etapa académica, sino también la culminación de años de esfuerzo, dedicación y crecimiento personal e intelectual. En el ámbito universitario, la graduación es el momento en que los estudiantes, ya convertidos en profesionales, están listos para aplicar sus conocimientos y habilidades en el mundo real, marcando así el inicio de su vida profesional. Es un acto que honra el saber, la perseverancia y el camino recorrido.

Esta graduación fue particularmente significativa para mí porque los estudiantes que ayer se graduaban fueron los últimos a los que di clase antes de jubilarme. Era un curso especial, no solo por ser mi despedida, sino porque aplique en ellos una metodología de enseñanza totalmente diferente a la tradicional. En colaboración con la asociación de Traperos de Emaús, una organización dedicada a la recuperación y reutilización de objetos y a la inserción social de personas en situación de vulnerabilidad, planteé un enfoque pedagógico innovador. Mis clases estaban diseñadas como un compendio de mi particular manera de entender la docencia universitaria, desarrollada durante años: sin lecciones magistrales, sin dictado de apuntes, y enfocada en la construcción del aprendizaje a través de la experiencia práctica y la participación activa.

Pero, además, este fue un grupo de clase muy especial por su excepcional implicación y predisposición a aplicarse en metodologías que no les resultaban familiares. La mayoría estaba acostumbrada a un modelo tradicional de docencia, donde predominaban las clases expositivas del profesor, la memorización de contenidos y un plan de evaluación basado en exámenes. Por el contrario, yo les proponía un sistema de clase activo y participativo, donde la clase y los protagonistas eran ellos, construyendo su propio aprendizaje. Aunque este modelo no era nada fácil de entender al principio, se implicaron totalmente, demostrando una madurez y una apertura mental admirables.

Cuatro años después, ayer, en pleno acto de graduación, delante de sus familiares, sus profesores y las máximas autoridades académicas, manifestaron públicamente que aquella clase de primero con la que entraron a la universidad fue una clase singular que les dejó una profunda huella. Afirmaron que les hizo comprender el verdadero sentido de la docencia, un sentido que va más allá de la mera transmisión de información. Este reconocimiento público reafirmó mi convicción en el uso de métodos de innovación educativa como  las clases invertidas, donde el estudiante asume un rol protagónico en su aprendizaje, investigando y preparando contenidos antes de la sesión, y utilizando el tiempo en el aula para el debate, la aplicación práctica y la resolución de dudas. Escuchar esto y terminar con una ovación final tuvo un profundo significado para mí, validando años de esfuerzo y pasión por la enseñanza.

En resumen, fue un acto de graduación en el que me sentí especialmente feliz, no solo por lo mucho que mis alumnos han madurado intelectualmente durante estos cuatro años, sino también por la alegría que irradiaban. Con este acto de graduación se cierra una etapa muy importante en sus vidas, y también en la mía, pero es solo el principio de otra etapa igualmente apasionante. Ahora, tanto ellos como yo, nos llevamos una mochila llena de herramientas y experiencias que, estoy seguro, nos servirán para el camino que tenemos por delante. Para ellos, es el inicio de su vida profesional, llena de desafíos y oportunidades para aplicar todo lo aprendido y seguir creciendo. Para mí, es el inicio de una nueva fase, quizás de menos actividad académica, pero llena de la satisfacción de haber contribuido a formar a personas excepcionales.

No hay comentarios: