Un acto sencillo y emotivo sirvió para recordar a nuestro pintor Manuel Avellaneda; el pasado jueves 27 de agosto se cumplían los siete años de su muerte (ver detalle de la noticia en el País de aquel verano); sus cuadros, esos de los que él nunca quiso desprenderse, fueron los testigos silenciosos. Durante todo este mes de agosto, expuestos en las salas de Museo Medina Siyâsa (ver entrada de la inauguración de la exposición el pasado 6 de agosto), nos han acercado a lo más intimo y personal de Manuel Avellaneda, a su parte más auténtica, casi seguro a como él quería que le recordáramos. Por eso mismo las obras expuestas han sido tal y como me decía en privado su hijo Antonio Avellaneda, el mejor homenaje que se le ha podido rendir a mi padre, a nuestro Manuel Avellaneda. También, en privado, Francisco Flores Arroyuelo, Académico de la Real Academia Alfonso X el Sabio, amigo y como un hermano de Manuel me contó algunos de los muchos momentos compartidos entre ambos y la singular amistad de Manuel con el también pintor Ramón Gaya.
En público Joaquín Salmerón Juan fue el encargado de poner voz a la carta que Juan José Avellán, en el contexto de este homenaje, ha dirigido a su amigo Manuel Avellaneda. Recuerdos de juventud y de los primeros encuentros inundados desde el principio por la química; recuerdos de un amigo que siempre fue un hombre honesto y sencillo con el corazón tan lleno de nobleza y generosidad que al final no le cabía en el pecho.
Siete años sin Manuel Avellaneda y aún sigue entre nosotros. Un excepcional pintor ciezano y una excepcional colección de obras expuestas que deberían convertirse en una exposición permanente. Existe total disposición por parte de la familia; falta que la disposición política este a la altura de la forma clara e inequívoca. Estamos ante una oportunidad que no debemos dejar pasar.
domingo, 29 de agosto de 2010
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