La floración esconde mil maravillas entre ellas la polinización en la que las abejas de miel ocupan un papel muy importante que no está suficientemente valorado. Las flores y los insectos constituyen el más claro ejemplo de simbiosis entre el reino animal y el vegetal. Miles de años de evolución los han adaptado mutuamente, de modo que ambos consiguen grandes ventajas con ello. Si el color, la elegancia, la gracia y la fragancia de las flores nos atraen y despiertan nuestra sensibilidad, dentro del universo natural no están concebidos para representar nuestros sentimientos, sino para atraer a los insectos polinizadores, que hacen de intermediarios en la fecundación. Todo un espectáculo de color y sonido. Una perfecta simbiosis que durante los últimos años se está viendo gravemente amenazada por muchos factores entre los que ocupa un importante lugar las fumigaciones irresponsables.
En Cieza hay bastantes apicultores. Por nuestros montes se suele ver con bastante frecuencia colonias de colmenas. Y no siempre pensamos en sus beneficios: las abejas nos dan la miel y también hacen posible la polinización. Las abejas, y con ellas los apicultores, participan en medida considerable en la producción agrícola. La modernización de la agricultura, basada en los monocultivos, los cultivos protegidos, el recurso a la hibridación y el uso creciente de variedades autoestériles requieren un importante trabajo de polinización. Gracias a este papel, el patrimonio privado de los apicultores se convierte en patrimonio público, dado que el beneficio derivado de su trabajo se deja sentir en toda la comunidad, estableciéndose así un lazo recíproco entre abejas, medioambiente, agricultura y hombre, que debe ser especialmente protegido, respetado y conocido por todos.
Hoy por hoy las abejas cumplen una función fundamental. Según algunas estimaciones una colonia de medianas dimensiones viven unos 60.000 individuos, de los que 2/3 (unos 40.000 aproximadamente) más o menos salen todos los días a por polen y néctar, con una frecuencia diaria de 15 ó 20 viajes, durante cada uno de los cuales visitan de 30 a 50 flores. Una vez hechas las cuentas, para una sola colonia, en un día alcanzamos ya la magnitud de millones de flores visitadas diariamente. Si consideramos, por experimentos realizados, un radio medio de trabajo de 1.500 m, cada colmena se encargaría de 700 hectáreas de terreno. Si además tenemos en cuenta que cada flor cede a la abeja néctar en cantidades que se miden en miligramos, para cada kilo de miel hacen falta cientos de miles de visitas. Este rápido repaso nos puede dar una idea de la magnitud del fenómeno.
jueves, 1 de abril de 2010
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