Han pasado dieciocho años desde que me enganché al deporte ¡Quién me iba a decir con trece años, cuando me aficioné al atletismo, que iba a disfrutar y vivir unos Juegos Olímpicos como los que se estaban celebrando en Barcelona! En aquellos días devoraba las retransmisiones deportivas que difundían el éxito de los deportistas españoles. El verano del 92 fue un punto de inflexión para mí. Antes de finalizar el curso escolar me inicié a las carreras populares. Por las tardes, después del colegio nos dirigíamos un grupo de amigos al puente de hierro, subíamos la empinada cuesta del molino de Teodoro hasta la cuesta de las cabras. Una vez allí tomábamos un pequeño respiro antes de comenzar a correr por el serpenteante camino de eucaliptos que dejaba entrever el cauce del río Segura con el fondo pictórico de las casas techeras del Muro y de la Era. Hoy día sigue impactándome la belleza de este rincón ciezano, sobre todo cuando llega el crepúsculo del atardecer con sus tonos rojizos y la brillante iluminación que comienza a desprender los faroles del pueblo. Era nuestro peculiar circuito del Cola Cao. Así comenzó todo… solo buscábamos hacer ejercicio físico y pasarlo bien entre amigos.
Lo que comenzó siendo un juego se convirtió en una afición. Con el paso del tiempo derivó en mi profesión, aunque en la actualidad no sabría diferenciar mi vida deportiva de la personal. Podría decirse que el deporte fue engullendo todo lo que yo hacía.
En mi época del bachiller, en muchos días de invierno, devoraba un abundante almuerzo en el recreo. Tras las clases en el instituto, salía “marchando” hacia mi casa, me cambiaba la mochila de libros y apuntes por la que contenía la ropa deportiva, y me iba a entrenar para aprovechar las horas de luz solar que restaban al día. No voy a negar que fueran días de mucho sacrificio y entrega. Me costaba aprobar algunas asignaturas y el tiempo con los amigos se limitaba cada vez más. En la universidad más de lo mismo, pero con más responsabilidades. Los viajes pasaron de hacerse por regiones nacionales a conocer otros países. Empecé a pasar largas temporadas fuera de Cieza. Las concentraciones deportivas nos ayudaban para afrontar los grandes campeonatos con mayor confianza.
No hace mucho, mi amigo Conrado me animó a escribir un poco sobre mis experiencias, pensamientos e ilusiones. Me ha costado ponerme delante del teclado e iniciar estas reflexiones, pero he aprovechado este día de descanso para recordar y hacer un pequeño balance de mi trayectoria. Todos estos años, las recompensas han sido superiores a los fracasos. Incluso las desilusiones me han aportado vivencias que me han servido para levantarme cuando se veía todo negro y problemático. El deporte me ha proporcionado momentos de felicidad pero también de amargura.
Ahora me encuentro más cerca de la retirada del deporte de alta competición. Quizás, por ello la mente me juegue malas pasadas. Me dice que está algo cansada de seguir este ritmo. La cabeza lo es todo, es lo que diferencia al campeón del resto. Todos nos preparamos físicamente al 100% pero es la mente la que te diferencia de los demás. Tolerar el cansancio físico y llevar el organismo hasta un límite insospechado. Solo esto se puede conseguir con el poder de la mente.
Estas divagaciones surgen en un día de asueto en una concentración más ¿o no? Estoy a escasos doce días de vivir mi tercer Campeonato de Europa de atletismo. En mi primera participación conseguí una inesperada medalla de bronce en el estadio olímpico de Munich, en 2002. Cuatro años más tarde, cuando me encontraba disputando la medalla de plata, experimenté la amarga imagen de ser descalificado en plena carrera. En una nueva edición del Europeo, vuelvo al escenario mágico de los Juegos Olímpicos de la Vigésimo Quinta Olimpiada, que se celebraron en Barcelona. Me enfrento a grandes temores pero también a grandes dosis de ilusión. Por revolucionar mi cuerpo, por el planteamiento y desarrollo táctico de la competición, por saltar de alegría, por recibir una “chapa” en el estadio de Montjuitc… por disfrutar junto con mis amigos. Después de tantos años, me doy cuenta que lo más importante no debe cambiar: la ilusión por hacer realidad nuestros sueños.
Todos los ciezanos estamos con Juanma deseándole lo mejor; aunque el resultado sea lo menos importante
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