(Historia de la piedra del gallo)
¡Qué lástima!, fue la exclamación más repetida de Guillermo, que a cada paso se lamentaba de cuanto encontraba a su alrededor; un entorno antes lleno de vida, hoy rodeado de silencio, pero no del silencio que él valora, busca y sabe apreciar, sino de un silencio sepulcral, un silencio de olvido y abandono, de pasado sin futuro.Por unas horas la finca del Madroñal se volvió a llenar de vida con los recuerdos de tres generaciones que mimaron la epidermis de este rincón de la Sierra del Oro, donde la naturaleza, el clima y las manos del hombre, supieron sacar el máximo fruto a la madre tierra.
Si Guillermo es “el del Madroñal”, la finca del Madroñal es y ha sido de Guillermo, de sus padres y abuelos, de su esposa e hijos y de cuantos dejaron sus dias y sus noches en este paraje paradisíaco y a la vez infernal; porque aquí vivieron momentos de felicidad y sufrimiento, de esperanza y desesperación, de sueños y pesadillas, de mucho trabajo y poco descanso; porque la vida en el campo siempre fue dura y casi siempre ingrata, a expensas de una climatología hostil, a la que tienes que aliarte si no quieres perder la batalla, aunque este rincón privilegiado se haya mantenido al margen de heladas y pedriscos que allá en la llanura destrozaran las cosechas.
(Historia de la panocha roja)
A media ladera, como un regalo caído del cielo, surge un pequeño, pero constante caudal que da vida a cuanto encuentra a su paso; la Fuente del Madroñal, que toma prestado el topónimo del paraje en donde se encuentra y éste del arbusto que poblara antaño las laderas de la sierra, que las manos del hombre convirtieran en terrazas con hormas de perfecta arquitectura rocosa, donde plantar almendros, olivos, viñas, naranjos, limoneros… y en una de ellas, a modo de Alcázar, domina la fortaleza el único y centenario madroño que ha cohabitado con los ascendientes y descendientes de Guillermo “el del Madroñal”.
(El libro escrito por Guillermo)
Pero es la hora del regreso, de la desgarradora realidad, allá deja Guillermo su antigua razón de ser, hoy cubierta de “malas hierbas”, de vegetación salvaje que hace intransitable las sendas y caminos por los que un día corrieron sus sueños. Allá quedan los esqueletos de los árboles que un día dieron fruto, la era que Guillermo diseñara y construyera con la paciencia del santo Job. Allá queda el caserón en ruinas que guarda en sus muros las vidas de los que hoy ya no viven, de los que viven lejos, de los que ya no vivirán bajo su techo, que hoy da aguas por todas partes; pero ya nada tiene que cobijar, sino una vieja cuna, que Guillermo hiciera con maderas y amor a su hijo Joaquín, unos libros que Guillermo hubiese querido llevar a la escuela que nunca pisó. Todo se llevaron, muebles, enseres, puertas y ventanas, cuanto de valor encontraron; pero lo más valioso no se lo llevaron, aunque todavía está por todas partes, porque nosotros lo pudimos comprobar con Guillermo, son sus recuerdos, por eso queremos agradecértelo en el día de tu ochenta y cinco cumpleaños, deseando que sigas derramando esa semilla que hace de tu filosofía de vida un ejemplo para generaciones venideras.Firmantes: Pepe Martínez Saorin, Eva Navalón Martínez, Ana Martinez Caballero, Conrado Navalón Vila, Javi Sánchez Pina, Alba Navalón Martinez y José María Rodríguez Santos
1 comentario:
Entrañable, honesto, humilde, sabio, admirable,...así es este hombre que es memoria viva de un tiempo oscuro y triste, y que ojalá lo siga siendo muchos años más.
Enhorabuena por lo que representa.
SOMOS EL TIEMPO
Somos el tiempo
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