A menudo pensamos que la historia se escribe solo en los libros, con fechas frías y datos técnicos. Pero la verdadera historia, la que perdura, es la que se graba en la memoria de las personas que la vivieron y forman parte de sus raíces. Hoy quiero hablaros de un protagonista de hierro y vapor que definió una época para Cieza y que, para mí, significó el puente hacia una nueva vida: el tren conocido cariñosamente como "El Chicharra".
Más que un tren: el pulso de Cieza
Para la Cieza del siglo XX, la línea de ferrocarril de vía estrecha que nos unía con Villena, pasando por Jumilla y Yecla, no era simplemente un medio de transporte. Era una arteria vital. En una época donde las carreteras eran difíciles y los camiones escasos, el Chicharra fue el caballo de batalla que permitió el auge de la industria del esparto, sacando nuestra producción hacia el puerto de Alicante y conectándonos con el mundo.
Fue un símbolo de progreso y de esfuerzo colectivo, un tren humilde y lento —de ahí su apodo, por el sonido monótono de sus máquinas similar al canto de la cigarra— que, sin embargo, aceleró el corazón económico de nuestra comarca.
Mi viaje en el Chicharra: una odisea personal
Pero la importancia de este tren trasciende lo económico; se adentra en lo íntimo. Para mi familia y para mí, el Chicharra no fue el tren del esparto, sino el vehículo de nuestra gran transición vital.
Recuerdo vivamente aquel 15 de agosto de 1964. Dejar atrás Mogente, mi "Casa del Macho" y el paraje de El Bosquet, suponía cerrar un capítulo fundamental de mi infancia. Cieza se presentaba como la promesa de un futuro mejor, pero llegar hasta aquí fue una auténtica odisea que grabó a fuego la distancia en mi mente infantil.
Sin coche propio, aquel traslado se convirtió en una travesía de casi doce horas para recorrer poco más de cien kilómetros. Tuvimos que tomar un tren hasta Villena, luego un autobús hasta Yecla y, finalmente, subirnos a aquel otro tren, el "Chicharra".
Aquel vagón de madera no solo transportaba nuestras maletas; transportaba nuestros miedos, nuestras esperanzas y esa mezcla de nostalgia y valentía que sentían mis padres. Para mí, bajar de ese tren en Cieza fue cruzar el umbral definitivo. Fue el final del viaje físico, pero el comienzo de mi etapa de la "bombilla", dejando atrás la luz del candil.
Las huellas que quedan hoy
Hoy, el "Chicharra" ya no silba entre los montes. El progreso y el asfalto silenciaron sus máquinas hace décadas. Sin embargo, su memoria se resiste a desaparecer.
Quedan huellas físicas que podemos tocar y recorrer. Las antiguas estaciones, algunas recuperadas y otras en ruinas, se mantienen como testigos de piedra de aquel ajetreo. Y, sobre todo, queda la Vía Verde del Chicharra, esa cicatriz en el paisaje que ha transformado el camino de hierro en un sendero de vida, deporte y naturaleza. Recorrerla hoy es un ejercicio de arqueología emocional: donde ahora pasean ciclistas y caminantes, antes circulaba la vida comercial y humana de toda una comarca.
Pero las huellas más profundas no están en las vías, sino en nosotros. Quedan en el recuerdo de quienes, como yo, vivimos ese traqueteo en primera persona. Quedan en las exposiciones que rescatan fotografías en blanco y negro, y en relatos como este, que intentan que el olvido no cubra lo que una vez fue nuestro enlace con el mundo.
El Chicharra fue lento, sí, pero nos llevó a nuestro destino. A Cieza le trajo prosperidad y a mí me trajo a mi nuevo hogar. Y eso es algo que ni el tiempo ni el levantamiento de los raíles podrán borrar jamás.
Seguro que el próximo 10 de diciembre en el museo de Siyasa, en la presentación de mi relato “Vivir con ataxia: el alma cincelada”, recordaré ese viaje. Porque no importa lo lento que avancemos ni cuántos transbordos nos obligue a hacer la vida; lo único crucial es tener la valentía de subirnos al tren que nos lleva hacia nuestro propósito.Referencia: Reflexión extraída de los capítulos biográficos del libro "Del candil a la bombilla: Huellas biológicas y ambientales en la forja de una identidad".
.png)

1 comentario:
Gracias por recordarnos el tren , ese tren de vía estrecha que nos habrio el camino hacia una nueva vida . También en mí dejó mucha huella en el tramo de la Valldigna , mi tierra Valenviana .
Es un placer seguirte. LNV.
Publicar un comentario