A menudo caminamos por nuestra ciudad con la prisa de la rutina, sin detenernos a pensar en el suelo que pisamos o las paredes que nos rodean. Pero en Cieza, eso es imposible. En Cieza tenemos el privilegio de vivir dentro de una obra de arte.
Hoy quiero escribir sobre mi fascinación absoluta por el Paseo de Cieza, y rendir un sentido homenaje al hombre cuyo genio creativo lo hizo posible: el maestro José Lucas, o como le sentíamos de cerca, Pepe Lucas.
El genio indómito de Pepe Lucas
José Lucas (1945-2023) fue mucho más que un pintor; fue una fuerza de la naturaleza. Aunque desgraciadamente su inmensa fuerza creativa nos dejó hace poco, su legado sigue gritando vida.
Es cierto que Lucas tiene muchas obras al aire libre repartidas por la geografía (murales en estaciones, esculturas en plazas...), pero la intervención de Cieza juega en otra liga. ¿Por qué? Porque esta está en el corazón mismo de nuestra ciudad. No es una obra para visitar en un museo o en una zona de paso periférica; es el eje vertebral de nuestra vida diaria. Lucas supo entender que el arte no debía estar encerrado, sino expuesto, latiendo en el mismo centro donde late el pueblo.
1986: la transformación definitiva
Este espacio tan céntrico y emblemático ha sufrido muchas transformaciones y remodelaciones a lo largo del tiempo. Ha cambiado de nombre y de forma, pero la intervención que realizó José Lucas en 1986 es la que ha perdurado. Fue la definitiva.
¿Y sabéis por qué? Porque no fue una simple reforma urbanística. Fue una declaración de identidad. Pepe Lucas no quiso pintar un paisaje bonito que "hiciera juego" con el río Segura. Él quiso plasmar el espíritu interno de Cieza. Sus colores —esos rojos sangre, los ocres de la tierra, los negros profundos— no buscan la calma, sino la pasión. Es la sangre que bombea por el costado de la ciudad.
Caminando sobre el arte: la singularidad
Para mí, la magia está en que caminamos sobre la obra. Lucas rompió los límites e integró la cerámica en el suelo, obligándonos a sentir el arte bajo nuestros pies. Y no olvidemos las columnas; esos elementos estructurales que él convirtió en esculturas, en tótems verticales que nos acompañan en el recorrido. Es una obra "total" que te envuelve; no la miras desde fuera, estás dentro de ella.
El testigo silencioso de nuestra vida
Pero quizá, lo que más me emociona al pasear por aquí es pensar en todo lo que estas paredes han visto. Desde su construcción, el Paseo de Lucas se ha convertido en el testigo silencioso de la vida de Cieza.
Es un testigo dual. Por un lado, observa el transitar tranquilo de las gentes: los paseos de los abuelos, las primeras citas, los corredores solitarios... las pequeñas historias anónimas. Y por otro, ha sido el escenario de fondo de múltiples eventos de todo tipo: ferias, conciertos, procesiones y celebraciones que han marcado nuestra historia reciente. Todo lo importante que ha pasado en Cieza en las últimas décadas ha ocurrido bajo la atenta mirada de esta obra maestra.
Pepe Lucas ya no está con nosotros, pero nos dejó el regalo más grande posible: la identidad visual de nuestro pueblo. Cada vez que cruzamos el Paseo, estamos manteniendo vivo su recuerdo y su genio.
Un elemento vitamina para el futuro
Y para mí, hoy, cruzar este Paseo es recibir una inyección de vida. Su belleza y expresividad actúan como un verdadero "elemento vitamina" que me da fuerzas para afrontar el presente y el futuro con optimismo. Esa energía es la que quiero compartir con vosotros muy pronto.
El próximo miércoles 10 de diciembre, os espero a solo unos pasos de esta obra maestra, en el Museo de Siyasa. Allí presentaré mi libro 'Vivir con ataxia: el alma cincelada'. Será un honor que seáis vosotros, mi tribu, quienes llenéis ese espacio para celebrar juntos el arte de vivir.

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