La palabra " buenísmo" se suele utilizar peyorativamente para calificar una actitud de que todo vale. Pero tiene otra acepción, que para mí es muy importante, ligada a un visión positiva.
Es cierto, la
palabra "buenismo" suele utilizarse con una connotación negativa, casi
como un sinónimo de ingenuidad o excesiva tolerancia, dando a entender
que quien la practica es alguien iluso que ignora la realidad del mundo.
Se asocia a la idea de que "todo vale" y que cualquier comportamiento,
por reprochable que sea, debe ser justificado o disculpado.
Sin
embargo, el "buenismo" también puede entenderse desde una perspectiva
mucho más positiva y enriquecedora. Para mí, está ligado a la
confianza en la bondad innata del ser humano, a la creencia en su
capacidad de cambio y mejora. Implica una actitud de apertura al diálogo
y la comprensión, buscando siempre el entendimiento y la
reconciliación, incluso en situaciones de conflicto.
Este "buenismo"
positivo no se trata de ser ingenuo o tolerar lo intolerable, sino de
apostar por la empatía, la compasión y el perdón, de creer en la
posibilidad de construir un mundo mejor a través del respeto y la
colaboración. Es una visión que rechaza el cinismo y la desesperanza, y
que se atreve a soñar con una sociedad más justa y solidaria.
En
definitiva, el "buenismo" puede ser un arma de doble filo. Dependiendo
del uso que se le dé, puede llevar a la inacción y la permisividad, o
bien convertirse en un motor de cambio social positivo. Creo que es
importante reivindicar esta segunda acepción, la del "buenismo" como
una fuerza constructiva que nos impulse a ser mejores personas y a crear
un mundo más humano.