sábado, 22 de junio de 2024

El Museo del Esparto de Cieza: un espacio donde el pasado y el presente se entrelazan en la memoria colectiva

A mí me encanta caminar por el campo de secano de Cieza, sobre todo los días de lluvia o humedad. Me relaja perderme entre las matas de esparto en las rutas de secano de Cieza. Me flipa ese olor a tierra mojada y ver a los caracoles asomar tímidamente de sus caparazones. En años de mucha lluvia, el esparto crece que da gusto, y a veces, sin darme cuenta, me pongo a recoger los tallos más largos para hacer cuerdas y, al final del paseo, una honda para tirar piedras bien lejos, ¡como me enseñó mi padre!


Mi padre, en sus últimos años, encontró en el esparto un compañero inseparable. Nos pedía madejas de esparto ya preparado y, con sus propias manos, convertía esas fibras secas en pequeñas maravillas. Hacía de todo: alpargatas en miniatura que parecían de juguete, salvamanteles que daban ganas de usarlos, abanicos que parecían sacados de un museo, e incluso cernachos para los caracoles, ¡tan bonitas que daba pena usarlas! Era su forma de recordar viejos tiempos y de crear cosas bonitas con sus propias manos. Era un gustazo verlo trabajar el esparto, con esa mezcla de paciencia, habilidad y añoranza por lo que hacía.


Cieza vivió una época en la que el esparto era el rey. Fábricas por todos lados, gente trabajando día y noche... Pero no era todo tan bonito como parecía. La mayoría eran obreros explotados, niños trabajando, etc. con sueldos de miseria y condiciones de trabajo pésimas. Muchos vivían en casas de mala muerte, apenas tenían para comer. El esparto daba trabajo, sí, pero también mucha pobreza y sufrimiento. Una época de contrastes, de luces y sombras, que marcó la historia de Cieza.


En los años 60, era normal ver a las mujeres sentadas a la puerta de sus casas haciendo "lia", que es como se llama a la acción de trenzar el esparto para hacer capazos, esteras y otras cosas. Era una imagen típica de los pueblos, ¡casi como una postal! Hoy en día ya no se ve, pero por suerte hay sitios como el Pequeño Museo del Esparto que mantienen viva la memoria del esparto y nos recuerdan cómo era la vida antes. ¡Es como un viaje en el tiempo!


Entrar al pequeño museo del esparto de Cieza es como teletransportarse al pasado. Te encuentras con un montón de herramientas antiguas, algunas con nombres que ni te imaginas, todas usadas para trabajar el esparto. Ves cómo convertían esa planta seca en cuerdas, cestos, alpargatas... Conoces de primera mano, contado por sus protagonistas, cómo era la vida de los esparteros, el trabajo duro que hacían. Y te das cuenta de lo importante que fue el esparto para Cieza, una planta humilde que dio de comer a tantas familias. Al salir, miras de otra forma esos campos de esparto que rodean el pueblo, pensando en todas las historias que esconden.


En Cieza, además de deliciosos melocotones, melocotoneros y huertas en la zona de regadío, también encontrarás campos de esparto en las zonas de secano. Al pasear por ellos, recorres parte muy significativa de Cieza. ¡Y si tienes la oportunidad, visita el museo del esparto! Te sorprenderá descubrir la importancia que tuvo esta planta en la vida de la gente de Cieza.

No hay comentarios: