jueves, 3 de febrero de 2011

La “Chinica del Argaz” y el fraile

Por las casualidades de la vida hace unos días, entre los innumerables correos que llegan con mensajes, historias o montajes simpáticos, me llegó uno con construcciones peculiares, llamativas y singulares de todo el mundo. Al día siguiente, paseando por las faldas de la Atalaya, me topé con una construcción que ya había visto cientos de veces y que siempre me ha llamado la atención; es la que conocemos en Cieza como la “Chinica del Argaz"; creo que es una estampa que bien podría formar parte, por méritos propios, de una de esas relaciones que circulan por Internet o de una postal de las de antes... Y un buen amigo y vecino, Pepe Martínez Saorín, me acaba de pasar las siguientes anotaciones con leyenda incluida:

La “Chinica del Argaz” como así se le conoce en nuestra localidad, es una roca procedente de uno de tantos desprendimientos que periódicamente se vienen produciendo en la zona norte de la Atalaya. Esta roca de más de 1.000 Tm., se desprendió posiblemente allá por el siglo XVII o XVIII llegando a caer a la orilla del Camino Viejo de Abarán, como así se denominaba a esta antigua vía que comunicaba nuestra ciudad con nuestro pueblo vecino por el margen derecho del río.


Cuenta la leyenda que en su caída, con tan mala suerte, aplastó a un monje con su carro que transitaba en aquel preciso momento por el lugar, enterrando en vida para siempre bajo tan inoportuna losa al monje, junto con su carro y su burro.

Las dimensiones, composición y geometría de la citada roca fueron aprovechadas posteriormente para configurar en su interior un casón que ha llegado hasta nuestros días, eso sí, con las oportunas obras de adaptación necesarias.


No hubiese sido extraño que aprovechando el desgraciado accidente, en lugar de haber habilitado en el interior de tan lesivo elemento un casón para dar cobijo a mortales, se hubiese levantado alguna otra construcción de más altas y espirituales aspiraciones, que a modo de Ermita, Santuario o Devocionario hubiese aprovechado tal suceso para reconfortar el alma de este anónimo misionero de Dios que encontró en ese lugar su final.


¡Las casualidades de la vida!

Pd. Otras imágenes que hubieran podido acompañar esta entrada.

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