miércoles, 5 de noviembre de 2025

La obsesión por la inmediatez: nuestra prisión invisible y el legado apícola como vía de escape

 I. El peso invisible de la inmediatez

Como profesor de Psicología ya jubilado, y como paciente afectado por ataxia, he pasado décadas estudiando el hardware de la mente humana, no solo en las aulas, sino en el laboratorio de mi propia vida. Si hay un diagnóstico cultural que define nuestro tiempo no es la prisa, sino la ansiedad por el retorno inmediato. Hemos sustituido el ciclo de las estaciones por el scroll constante: queremos que el esfuerzo de un día nos dé el fruto de un año.

 

Antes, la planificación solía ser a medio y largo plazo. Sin embargo, ahora nos limitamos a planificar a corto plazo, buscando la gratificación y recompensa inmediata tanto a nivel personal como social. Esta mentalidad genera una profunda insatisfacción, a la que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado, convirtiéndonos así en una sociedad marcada por la insatisfacción crónica. Esta presión por el rendimiento continuo, alimentada por la cultura de la bombilla (luz instantánea, resultados al momento), está dejando un grave lastre en nuestra Mochila Vital.

La inmediatez es, a nivel neuronal, una adicción dopaminérgica. El cerebro se acostumbra a la recompensa rápida y pierde la capacidad de sostener la atención en proyectos que exigen la paciencia del artesano.

 

¿Cómo recuperar el ritmo lento, aquel que nos conecta con nuestra herencia biológica y con el trabajo bien hecho? La respuesta, la encuentro al bucear en las raíces de mi relato, "Del candil a la bombilla", concretamente en las lecciones que aprendí de mi padre, Conrado, y de mi abuelo, José Ramón, forjadores de mi identidad en Mogente, y su relación con un oficio que simboliza la paciencia: la apicultura.

 

II. La colmena como modelo de neurociencia práctica

 

Mis raíces familiares no solo están ancladas a la tierra, sino al zumbido metódico de las colmenas. Para la familia, la apicultura era mucho más que un oficio: era un pilar que, en la posguerra y la escasez, garantizaba una reserva, una base para el futuro.

El proceso de multiplicación de la primera colmena que vi de niño es, en sí mismo, una poderosa lección de neurociencia aplicada. Multiplicar una colmena es un acto de absoluta paciencia. No puedes forzar a la abeja reina a que emerja antes de tiempo. No puedes obligar a la nueva colonia a producir miel en la primera semana. Debes garantizar unas condiciones ambientales estables, proveer el material, hacer el trasvase con precisión, y luego, esperar.

  

En nuestro contexto, la Bombilla nos promete que, si trabajamos duro hoy, tendremos el éxito mañana. La colmena, en cambio, nos enseña que el verdadero progreso es el resultado de ciclos completos. Esta es la diferencia entre el esfuerzo puntual y la disciplina cíclica 

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La paciencia no es un rasgo de carácter romántico, sino una función ejecutiva esencial para el bienestar mental. Nos permite navegar por la valle de la desilusión sin rendirnos, sabiendo que el retorno es lento, pero sólido.

 

III. El peso específico de la paciencia en la mochila vital

 

Cuando hablo de la Mochila Vital, me refiero al conjunto de herramientas, legados y aprendizajes que cargamos. Hoy, esta mochila está pesada por el lastre de lo urgente. Estamos entrenados para resolver micro-problemas y buscar micro-recompensas, pero desarmados ante el gran proyecto vital que exige visión a largo plazo.

 

El apicultor es el antónimo del hombre de la prisa. Su trabajo no es rápido ni ruidoso; exige observación, respeto por el tiempo biológico y un conocimiento profundo del entorno. Mi abuelo José Ramón y mi padre Conrado dedicaban horas a observar en silencio, a detectar la enfermedad, el riesgo o el potencial en el zumbido de las abejas. Aprendí de ellos que la eficacia real es silenciosa. Esta calma no es una casualidad; es el Candil que ilumina la senda de la madurez.

 

El progreso auténtico (en la carrera, en una relación, en la superación de una adversidad) se construye con la misma lógica que la colmena:

  • Estar a gusto (el nido): Asegúrate de tener un espacio mental y emocional donde te sientas seguro y tranquilo.
  • Ir con los ciclos (las estaciones): Entiende que hay momentos para trabajar y guardar, y otros para disfrutar de los resultados; no siempre se puede estar cosechando.
  • Tener un colchón (la miel): Crea una reserva de energía y ánimo (resiliencia) para cuando las cosas se pongan difíciles.

El lastre de la inmediatez nos impide crear esa reserva. Al gastar toda nuestra energía en perseguir la próxima recompensa de cinco minutos, vaciamos la mochila y nos quedamos sin recursos para las grandes batallas.

 

IV. Dejar de ser la abeja obrera, empezar a ser el apicultor

 

La cultura de la inmediatez nos convierte en abejas obreras exhaustas, productivas hasta el colapso. La sabiduría del Candil, la lección de mis raíces, nos invita a dar un paso atrás y a adoptar la perspectiva del Apicultor:

 

  • El apicultor observa: No reacciona a cada zumbido. En la vida, esto significa tomar distancia del ruido de las redes sociales y las noticias, y centrarse en el sonido de nuestro propósito interno.
  •  El apicultor gestiona la multiplicación: Sabe que no puede tener mil colmenas de golpe. Esto se traduce en la gestión de nuestra energía y atención. El foco no es sobre la cantidad de tareas realizadas, sino sobre la calidad de las tareas que realmente alimentan la colmena de nuestro futuro.
  • El apicultor respeta la herencia: La técnica apícola se transmitió de generación en generación, y era un tesoro. Hoy, nuestro tesoro es el conocimiento (la ciencia, la psicología) que nos permite entender nuestra biología.

 

Aplicar esta Teoría Vivida a nuestra realidad es un acto de rebeldía, pero también de supervivencia. Es la forma de aligerar el peso de la Mochila Vital que llevamos. Solo si recuperamos la dignidad del trabajo lento, el que respeta los tiempos biológicos, podremos convertirnos en creadores de legado en lugar de consumidores de momentos fugaces. La paciencia no es la ausencia de acción; es la acción con el ritmo correcto.

 

V. Llamada a la calma del candil

 

La luz de la bombilla es potente, pero dispersa. El brillo del candil es humilde, pero enfocado. Nos enseña que para ver con claridad lo que importa, a veces es necesario apagar el exceso de luz y permitir que el tiempo, como la miel, haga su trabajo lentamente en la oscuridad.

 

Te invito a que hoy revises tu propia Mochila Vital y te preguntes: ¿qué lastre de impaciencia estoy cargando? ¿Qué proyecto importante estoy abandonando porque no me da una recompensa inmediata?

 

Nota:

Este artículo es una reflexión que conecta la sabiduría ancestral con la ciencia de la mente y la experiencia personal. El relato completo sobre mis raíces, la figura de mis abuelos y padres, y las lecciones que me forjaron, se encuentran en mi ensayo autobiográfico: "Del candil a la bombilla: Huellas biológicas y ambientales en la forja de una identidad".


 

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