Nacemos con una herencia genética innegable, con un origen social que no elegimos y con un mapa de dificultades preestablecido. Este es el Mármol: la materia prima, nuestro cuerpo, nuestro ADN, las circunstancias iniciales que no podemos controlar. Esta visión, a menudo cómoda porque nos exime de la responsabilidad del cambio, nos convierte en simples receptores pasivos del destino, mármol que espera ser golpeado o acariciado por fuerzas externas. Esta es la narrativa del Mármol, y nos sugiere la fatalidad.
Pero existe otra narrativa: la del Escultor. El Escultor es nuestra consciencia, nuestra voluntad y nuestra capacidad de decisión. Esta visión, profundamente arraigada en la psicología de la resiliencia y la neurociencia, nos recuerda que, si bien no elegimos el tipo de mármol que nos toca, sí podemos elegir la actitud, el método y, lo más importante, el cincel (la adversidad, la herramienta de transformación) con el que trabajaremos nuestra propia biografía.
El debate no es si el destino existe, sino dónde reside nuestra libertad para modificar su curso. Y mi postura, forjada entre las aulas de Psicología y la experiencia de la ataxia, es inequívoca: la libertad reside en la elección de nuestro cincel.
El cincel brutal y la encrucijada
Cuando la ataxia cerebelosa se presentó en mi vida, no lo hizo como una invitación, sino como un cincel brutal e inesperado.
Ese diagnóstico genético, que confirmaba la herencia y la progresión, fue el golpe de cincel que intentó dictar mi sentencia final. La voz de la fatalidad me decía: "Tu destino está escrito, tu cuerpo te fallará, tu carrera ha terminado".
En ese momento, yo era el profesor de psicología con el conocimiento teórico sobre el Locus de Control (la creencia sobre si los eventos de nuestra vida son controlados por factores internos o externos). La teoría me pedía que aplicara un Locus de Control Interno: enfocarme en lo que sí podía gestionar. Sin embargo, el paciente en mí sentía la fuerza aplastante del Locus de Control Externo (el gen, el destino).
Mi Alma Cincelada comenzó en esa encrucijada. El reto ya no era solo aceptar la enfermedad; el reto era elegir qué tipo de escultor iba a ser: uno que se rinde ante la primera grieta del mármol, o uno que usa el mismo cincel del dolor para tallar una obra con un nuevo propósito.
El aval de la neurociencia y la experiencia
El concepto de destino inmutable es desafiado por la ciencia moderna. La Neurociencia nos ofrece el regalo de la Neuroplasticidad: el conocimiento de que nuestro cerebro no es un hardware fijo, sino un software en constante reescritura.
Si bien la ataxia genera un daño neuronal específico, la mente (el Escultor) puede entrenar las vías sanas (el Cincel Estratégico) para compensar y adaptarse. Esta es la evidencia científica de que el cincel SI se puede elegir.
El cincel de la estrategia activa
El proceso de reconstrucción personal que narro en mi relato está lleno de pequeños actos de elegir el cincel:
Elegir el cincel de la terapia funcional: no es resignación, es estrategia. En lugar de una fisioterapia intensiva inmediata, opté por la gimnasia funcional adaptada, buscando maximizar mi eficiencia neuromuscular y construir una reserva física para ralentizar la progresión. Esto es ejercer mi libertad.
Elegir el cincel cognitivo: se cambiar la pregunta. Dejé de preguntarme "¿por qué a mí?" para empezar a preguntarme "¿qué hago yo ahora con esto?". Este cambio de interrogante lo cambia todo.
Elegir el cincel de la humildad (autogestión comunicativa): aunque la disartria se ha convertido en una batalla cotidiana, el conocimiento de logopedia me dio una ventaja. Aplico un programa de ejercicios preventivos, demostrando que la disciplina de la acción reduce la frustración.
La verdadera fuerza, la que cincela el alma, no reside en negar la enfermedad, sino en tomar las riendas de la adaptación. La ataxia me ha enseñado que la Teoría Vivida es la única que tiene valor: un conocimiento que ha pasado por el crisol de la experiencia.
La belleza del Non Finito
Hoy, la adversidad de la Ataxia no me ha detenido; me ha redefinido. Me ha forzado a asumir que la vida, al igual que una obra maestra de Miguel Ángel, es un "non finito" —una obra inacabada por naturaleza. La belleza reside en el proceso activo, en la valentía de continuar la escultura a pesar de la imperfección y los golpes inesperados.
La llamada a la reflexión es esta:
No importa cuál sea el mármol que te haya tocado, ni el golpe de cincel que el destino te haya dado. Tienes la libertad fundamental de elegir la actitud, de elegir el cincel y de guiar la mano del escultor.
¿Seguirás quejándote por el tipo de mármol que te tocó, o empuñarás el cincel que te permite transformar el dolor en legado, la adversidad en propósito y la vulnerabilidad en una nueva forma de fortaleza?
Empuña tu cincel. El mundo espera ver la belleza de tu Alma Cincelada.
Este artículo y la reflexión sobre la resiliencia activa se basan en el relato integral "Vivir con ataxia: el alma cincelada", un testimonio personal y científico sobre cómo la adversidad puede convertirse en el catalizador para el autoconocimiento y la búsqueda de un propósito vital.

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